Asturias habría brillado ayer en el Hilton de Washington si el presidente Zapatero hubiese añadido en su «plegaria» ante 3.000 VIPS del mundo, que la primera vez que se rezó en los Estados Unidos, fue en español y en San Agustín, la primera ciudad, fundada por al asturiano Pedro Menéndez. En medio de los pantanos de Florida, el 8 de septiembre de 1565, festividad de Covadonga, la misión Nombre de Dios acogió una Eucaristía de gracias por un suelo americano que los españoles despreciaron más tarde.

En los «Everglades» no había oro y sobraban cocodrilos. Es la tierra en la que se criaron conservadores a ultranza como los congresistas cubano-americanos Díaz-Balart, parientes políticos de Fidel Castro y simpatizantes de «The Family», (La Familia), o The Felloship, como también se conoce a la organización secreta que convoca cada año desde 1953 el National Prayer Breakfast, un desayuno «megapijo» con cerales de Iowa y leche de Wyoming.

El grupo de millonarios cristianos evangélicos, influyentes a rabiar encarna el núcleo del poder americano, -blanco, anglosajón y protestante-aunque un mulato sea presidente. Desayunan y conspiran al más alto nivel. A Obama, algunos de los suyos le han suplicado que no vaya. No ha podido negarse. Reagan describió a La Familia en 1985: «Ojala pudiera decir más de ellos, pero funcionan tan bien porque todo en ellos es secreto». Esos «grandes hermanos» del lobby en el nombre de Dios, reciben un millón de dólares al año en donativos. No tienen web y no revelan el nombre de sus miembros. Algunos, como el congresista Randy Forbes, son secretos a voces.

Es uno de los grupos de presión más poderoso de los cientos que operan en la capital federal. El invitado principal al «breakfast» no se desvela hasta la víspera de la celebración. La presencia de Zapatero trascendió por un «desliz» del embajador americano en Madrid, Alan D. Salomon. Jeff Sharlet, autor de «La familia : El Fundamentalismo Secreto en el corazón del poder americano» asegura que ha sido una maniobra de La Familia para congraciarse con sectores progresistas y lavar su imagen ultra derechista.

El perfil laíco del presidente español era perfecto. Las invitaciones no siempre han sido aceptadas. Jackie Kennedy, católica, se negó a acompañar a su marido, el presidente JFK. Eisenhower, el general de las llanuras de Kansas, fue a regañadientes. Truman, de Kansas City (Missouri), nada progresista, tampoco acudía de buen grado.