Oviedo / Trípoli,

E. FUENTES / Agencias

El estruendo y el fuego de las bombas de aviones y navíos aliados, respondidos por los antiaéreos de Gadafi, cayeron anoche por segundo día consecutivo sobre Trípoli, la capital libia, tras una jornada en la que los ataques de la aviación y la marina implicadas en la operación «Amanecer de la Odisea» redujeron su intensidad respecto al sábado. EE UU, satisfecho con los resultados de la primera jornada de aplicación de la resolución 1.973 de la ONU, dio por impuesta una zona de exclusión aérea, tras constatar que en 48 horas ningún avión surcó el cielo libio.

Cadenas de televisión árabes informaron anoche de que algunas de las explosiones de Trípoli se oyeron en la zona donde se encuentra la residencia oficial de Gadafi, de la que salían columnas de humo. Casi simultáneamente, el Ministerio de Defensa libio ordenó un alto el fuego de todas las unidades, el tercero en las últimas 48 horas. Los dos anteriores quedaron incumplidos. Los aliados insistieron en que su objetivo no es derrocar a Gadafi ni acabar con él.

La satisfacción aliada por el resultado de los primeros compases de la intervención contrastó con las primeras críticas salidas de las filas del mundo árabe. El secretario general de la Liga Árabe, Amro Musa, consideró desde El Cairo que los aliados no se están limitando a establecer una zona de exclusión aérea, sino que atacan de un modo amplio a las fuerzas de Gadafi, y añadió que «la protección de los civiles no necesita de una operación militar». Según los rebeldes, el número de muertos desde el inicio de la revuelta supera ya los 8.000.

La Liga Árabe acordó en su reunión del pasado día 12 pedir a la ONU el respaldo al establecimiento de una zona de exclusión aérea, un aspecto que se recoge en la resolución de la ONU del pasado jueves por la noche. No obstante, la resolución es de alcance más amplio, ya que autoriza todo tipo de medidas para proteger a los civiles, con la única excepción del despliegue de tropas en suelo libio.

La respuesta de los aliados -en cuyas filas forman países árabes como Qatar o Emiratos Árabes- no se hizo esperar. Un alto cargo estadounidense, que forma parte del séquito que acompaña al presidente de EE UU en su actual viaje por Latinoamérica, fue taxativo: «La resolución refrendada por los árabes y el Consejo de Seguridad de la ONU incluía todas las medidas necesarias para proteger a la población. Nosotros aclaramos que incluía una zona de exclusión aérea, pero que iba más allá», afirmó.

Mientras, la OTAN no logró alcanzar ayer un acuerdo para ponerse al frente de una operación que de momento es asunto de una simple coalición de potencias. La oposición de Alemania y Turquía choca con la voluntad del resto de sus miembros. Pero también con la percepción de que los países árabes e islámicos prefieren que una organización como la Alianza se mantenga en un discreto segundo plano logístico.

Ya se conocen con más detalle los resultados de los ataques del sábado. La aviación francesa, que ayer patrulló sin llegar a atacar, logró cortar las alas a la ofensiva gadafista sobre Bengasi y ha permitido una contraofensiva rebelde hacia Ajdabiya. En el Oeste, los 124 misiles «Tomakawk» lanzados por EE UU y los bombardeos británicos alcanzaron 20 objetivos y dejaron mermados los antiaéreos y los depósitos de munición gubernamentales. En cuanto al número de víctimas, el Gobierno libio denunció 64 muertos y unos 150 heridos sólo en la zona de Trípoli.