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Zahra lucha en Bruselas por su futuro

Los jóvenes musulmanes belgas tienen miedo a ser estigmatizados por los ataques yihadistas y se unen a la protesta ciudadana

1 y 2. Ciudadanos, ayer, en el edificio de la Bolsa de Bruselas, manifestándose contra los atentados y por la paz. 3. Integrantes del grupo radical que ayer trató de reventar la protesta pacífica. 4 y 5. Dos detalles de la concentración de ayer y en recuerdo de las víctimas de los atentados.

Zahra Elmustafa posaba ayer solemnemente con la bandera de Palestina en las escaleras que dan acceso al antiguo edificio de la Bolsa de Bruselas, símbolo de repulsa a los atentados producidos el pasado día 22 en el aeropuerto de Zaventem y en la estación de metro de Maelbeck en Bruselas.

A los pies del imponente edificio, ahora adornado por banderas de diferentes países y mensajes, una alfombra de flores, fotografías y botellines de cervezas típicamente belgas convertidos en improvisados floreros o sujetavelas recubre el suelo de la plaza de la Bolsa. Es la huella visible de los atentados en una ciudad en la que las principales estaciones de metro céntricas continúan cerradas y las patrullas de soldados no dejan de pasear incansablemente.

"Desde los ataques a la revista 'Charlie Hebdo' la islamofobia ha crecido mucho", afirma la joven Zahra. "Antes no tenía ningún problema, pero desde los ataques recibo muchos comentarios por llevar velo". "Me da miedo lo que pueda pasar en el futuro, pero espero que la gente no se olvide por lo que hoy estamos unidos en la plaza", sentencia la joven que ayer participó en la manifestación de repulsa de los atentados.

A tan sólo catorce minutos de la emblemática plaza está la comuna Molenbeek-Saint Jean, mundialmente conocida por ser el lugar de residencia del recientemente detenido Salah Abdeslam, responsable de los atentados del 13 de noviembre en París.

Pese a la fuerte presencia de los soldados, que registran a todo aquel que quiere acceder al metro de Conde de Flandes, el mercadillo dominical se realiza de manera tímida ante las cámaras de diferentes televisiones europeas. La prensa no gusta demasiado en este barrio al este de Bruselas. Y no es de extrañar porque "casi siempre que es mencionado Molenbeek es por actos negativos que no representan su verdadero espíritu", responde con indignación Christian Denöel, director general de la asociación ASBL contra la exclusión social en Molenbeek.

Denöel, natural de Lieja, lleva desde 1999 trabajando en esta comuna, la más joven de Bruselas, donde más del 50% de su población está en paro. "La situación ha mejorado desde los 90, pero los medios que disponemos no son suficientes para todas las necesidades. La población ha aumentado en los últimos años, pero el presupuesto sigue siendo el mismo." El eterno debate de la integración no es ajeno a Denöel. "No es tanto un problema de integración. Los jóvenes de Molenbeek son belgas, han nacido aquí, pero el hecho de vivir aquí o tener 'orígenes' en Molenbeek es contraproducente, por ejemplo, a la hora de buscar trabajo. Lo que debería ser un elemento de riqueza multicultural se ha convertido en un estigma absoluto".

Pese a la petición de las autoridades, por motivos de seguridad, de que no se celebrase la "Marcha contra el Miedo y el Terrorismo", prevista a las dos de la tarde, la Bolsa continuó recibiendo gentes sin limitación alguna. De repente, escoltados por la Policía desde la estación del Norte, inicio de la marcha, un grupo de más de 300 personas vestidas de negro irrumpen violentamente en la plaza al grito de frases como "Estamos en nuestra casa" o "Somos los hooligans de Bélgica". La mayoría forman parte de grupos ultras de equipos de fútbol, como el Team Elite Antwerp Locos, relacionado con la extrema derecha. En menos de quince minutos la plaza de la Bolsa se convierte en un campo de batalla. Las personas congregadas responden a los cánticos de odio con frases como "No pasarán" y "Somos hijos de inmigrantes" llegando a encararse a los alborotadores, cada vez más agresivos ante la pasividad de la Policía, que actúa en el último momento con la llegada de unidades antidisturbios acompañadas por camiones cisterna para dispersarlos.

Un domingo crítico que muestra esa otra cara odiosa y amarga a los ataques, pero que a su vez encuentra una defensa, una respuesta coherente y solidaria que demuestra, como decía la joven Zahra Elmustafa, "por lo que hoy estamos unidos".

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