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La sangre vaqueira sigue muy viva

Aitor y David Gayo, de 8 y 4 años, encarnan a las nuevas generaciones de vaqueiros de alzada, que ayer celebraron la Fiesta de la Trashumancia en Tineo

La sangre vaqueira sigue muy viva

Los hermanos Aitor y David Gayo no se separan de sus cabras ni un minuto. Son tan mansas que hasta juegan con ellas, como si fueran cachorrillos de perro. Con 8 y 4 años están familiarizados con el ganado casi desde la cuna. No en vano, son dos de los más jóvenes representantes de los vaqueiros de alzada, que antaño poblaron las zonas del interior del Occidente como un grupo social independiente, y que ahora tratan de mantener vivas sus tradiciones. A ese empeño corresponde la Fiesta de la Trashumancia, que albergó en la jornada de ayer la Casa del Puerto, en Tineo.

"Sí, mucho", responde con timidez propia de su edad Aitor Gayo cuando se le pregunta si le gustan los animales y si desea dedicarse a la ganadería cuando sea mayor. "Les encanta el tema, lo han vivido desde muy pequeños", tercia su madre, Miriam González, que explica lo mucho que han cambiado los tiempos en apenas dos generaciones: "Hace muchos años que no se hace la trashumancia. Mi suegro, antes de casarse, ya empezó a quedarse en el pueblo. Llegaron las carreteras, la maquinaria, y todo es diferente ahora". Su familia, en la que "había sobre todo cabras y ganado de carne", viajaba en verano a Caborno, cerca de Aristébano, donde crecían abundantes pastos.

En Las Tabiernas, a unos mil metros de altitud y a escasos pasos de la fiesta, se encuentra la ganadería de los pequeños hermanos Gayo, que comparten hogar con abuelos, tíos y dos primas, Jessica y Laura, también muy jóvenes y también portadoras del apellido Gayo, uno de los característicos de los vaqueiros. Su ganadería ha sido premiada en la cita, junto con otra de la zona, por contribuir a mantener la vida en las brañas. Se trata de las mismas brañas que en su juventud pisó incontables veces Isidoro Parrondo. Suma 89 primaveras, aunque aparenta muchas menos. Su apellido también le delata como vaqueiro, una condición, una sangre, que luce con orgullo allá por donde va. Dice que tiene muy buena memoria y que recuerda cómo tenía que guiar al ganado, camino arriba y senda abajo, en primavera, hacia los pastos, y en octubre, de vuelta al pueblo. "Eran tiempos muy duros. Daba igual que lloviese o nevase, íbamos con los animales y los carros", cuenta.

Tras dejar el ganado, del que llegó a contar con una treintena de cabezas, se dedicó a la albañilería, fue peluquero y también músico. "Hice todo lo que pude para ganar un duro". Y a pesar de vivir en Oviedo, no se ha olvidado de su Bustellán natal. Él también piensa que los tiempos han cambiado, ya que "cada vez hay menos gente en los pueblos", pero alaba el empuje y las ganas de los que siguen luchando por el campo, tal y como lo hicieron las generaciones pasadas. "Hay ganaderos jóvenes que seguro saldrán adelante con mucho empuje", vaticina.

Ayer, vaqueiros y xaldos disfrutaron a pleno sol del desfile a caballo y la llegada del carro tradicional vaqueiro, de la misa de campaña y de la mejor gastronomía local en la ondulada y verdosa sierra tinetense.

En definitiva, todo aquello que no pudieron hacer el pasado 13 de septiembre, cuando el viento frustró la primera intentona festiva. Aitor y David Gayo estaban en su salsa. Como aseguró Sofía Blanco, coronada reina de la Trashumancia, "son vaqueiros, lo serán siempre, porque lo llevan en la sangre".

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