La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Teixeira, hórreos bien rematados

"Aguantan la nieve y la lluvia, y por dentro no andan los ratos", aseguran en la aldea grandalesa, que mantiene los dos últimos graneros cubiertos con paja de centeno

Julio Losas, con uno de los hórreos techados con paja de centeno detrás. G. GARCÍA

Sus manos, duras y agrietadas por el trabajo del campo, son de las pocas que guardan el saber hacer de una tradición que se pierde en el tiempo. Julio Losas y José Manuel Trabadelo, vecinos de la pequeña aldea de Teixeira, en Grandas de Salime, son los últimos que conocen todos los secretos para hacer una buena cubierta de paja de centeno para sus hórreos. Ellos lo aprendieron de sus abuelos, pero ahora no hay nadie que se interese por este oficio. Los techadores aseguran que cuando no puedan subirse a lo alto del hórreo se acabarán en la comarca las peculiares cubiertas "a baguna", como se denomina esta técnica.

"No sabemos cuántos años tienen estos hórreos, no hay papeles que acrediten cuándo se levantaron", explica Julio Losas, propietario de uno de los dos que se mantienen con techo de paja en Teixeira. Calcula que son pocos los que quedan en el concejo: "Serán cinco, contando con los de Xestoso, A Lleira y el del Museo Etnográfico. Ese lo techaron este pasado año y quedó muy bien", asegura este vecino. Antes había muchos más, repartidos por los pueblos de la comarca.

La singularidad de estos hórreos radica en la techumbre, en la que se sustituye la negra pizarra característica del Occidente por la paja de centeno, la que sobraba de mallar el cereal tras la siega. Cada cuatro años se renueva la cubierta, añadiendo una capa de paja encima de la existente. Se coloca "a baguna", en círculos concéntricos, "envarando" el material hasta el vértice. Para evitar que se desprenda, se amarra con los "beos", hilados con "uces", un tipo de brezo.

Todo el trabajo es artesanal y auténtico. Los vecinos siembran el centeno, vigilando siempre para que el jabalí no haga de las suyas, y van al monte a por las "uces". "Debe ser un monte grande, donde haya espacio, y las varas salgan largas y rectas", incide Losas. La tarea de colocar la techumbre no les lleva más de unas horas, aunque requiere pericia, equilibrio y una condición previa indispensable: "El techo debe estar bien seco, para que no pudra. Tienen que pasar por lo menos quince días de sol". Es por ello que la época en la que realiza este trabajo suele coincidir con el verano.

La paja de centeno tiene sus ventajas frente a la pizarra: es un material aislante, que guarda tanto del frío como del calor lo que se guarda en el interior del hórreo. Solían ser las cosechas, como las del maíz, o carnes las que se conservaban en estos almacenes. "Aguanta la nieve y la lluvia perfectamente. Era la única nevera que había. Además, por dentro no andan los ratos", recuerda Julio Losas, que aún guarda enseres en el edificio. Introduce una gastada llave "de ferreiro" en la cerradura, da dos vueltas y saca del interior todo tipo de objetos y herramientas del siglo pasado. "Me gusta guardar las cosas antiguas", dice.

Es ese espíritu de conservación el que le ha llevado a pelear, junto a su vecino, por la continuidad de esta tradición, "sin ningún tipo de subvención o de ayuda", recalca. Y aunque los gorriones se empeñen en hacer nidos en la cubierta, Losas afirma que seguirá cuidándolo "mientras pueda, pero no por mucho tiempo, porque ya tengo 65 años". Eso sí, reconoce que "presta mucho verlo así", y por eso, junto con José Manuel Trabadelo, colaboran para techar los hórreos que quedan en Grandas de Salime.

Teixeira, donde quedan habitaras dos casas de cuatro que hubo, siempre fue "un pueblo de trabajadores". Así se explica que de su gente hayan salido tejedoras, carpinteros y ferreiros, y un afamado artesano de las galochas, calzado tradicional.

Compartir el artículo

stats