El episodio de la falsa fundición de cobre que se iba a instalar en Corvera y que ha resultado ser una especie de "Petromocho" con sordina viene a demostrar el ansia inversora que afecta a Asturias así que pasen años, décadas y hasta siglos.
La historieta del "Petromocho" le costó la Presidencia del Principado a Juan Luis Rodríguez-Vigil pese a que el entonces presidente del Gobierno central, Felipe González, le recomendó que no dimitiera. Pero el ridículo había sido tan sonoro que a Vigil no le quedó otro remedio que irse para casa. La aparición del intermediario en la primera página de este periódico en camiseta de tirantes en su altillo de Madrid fue la imagen definitiva de que el capital árabe había sido una ensoñación.
La fundición de Corvera es asunto más modesto en sus aspiraciones de creación de empleo y en el dinero a invertir para poner en marcha la industria. Sucede que en Asturias pasan los años y las necesidades siguen siendo las mismas desde no se sabe cuándo. Andamos locos en busca de empresas llamadas a sustituir a la primigenia Ensidesa, y ése no parece el camino. Los años de las grandes factorías han quedado muy atrás. Aquí y en cualquier territorio.
Ahora la clave de la creación de empleo son las empresas medias que usen tecnología de vanguardia, que fabriquen productos de alto valor añadido y que aporten capacidad de futuro para la región. Veintidós años después del "Petromocho" Asturias sigue suspirando por la llegada de capital foráneo que nos saque de pobres. El único capital foráneo llegado es el del grupo mexicano que se ha hecho con un club de fútbol. Y que se sepa, no ha habido más. La frustrada fundación corverana es un nuevo llamamiento al esfuerzo propio, al que hagamos los propios asturianos por confeccionar un tejido industrial y productivo que no necesite de riesgos de "petromochos".
