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Un pozo de incultura

En contra de la "fiesta" del Toro de la Vega

Tordesillas representa nuestro lado más oscuro. No me refiero al pueblo en sí mismo, sino a la idea. Tordesillas como concepto, como paradigma de una España en sombras, incapaz de liberarse de los dramáticos resabios de la Edad Media. La carnicería reconvertida en "fiesta" del Toro de la Vega nos sitúa y nos explica como colectividad. Somos eso, el Toro de la Vega; somos tendencia a la sangre, con querencia al maltrato y al linchamiento. Así hemos funcionado durante siglos y por tanto ese rincón castellano que a muchos nos avergüenza no es otra cosa que el efecto de un cóctel explosivo: una Historia torcida y una genética enrevesada.

Que pierdan toda esperanza quienes creen que se puede explicar el fenómeno desde un punto de vista político. Tordesillas, alcalde del PSOE; Valladolid, capital de una Junta donde reina desde siempre el PP. La política es epidermis, superficie. Los espectáculos taurinos conectan, sin embargo, con esa España profunda y angosta que sabe poco de siglas, que relativiza hasta la banalidad más sangrante el sufrimiento y el riesgo. Doce muertos en encierros veraniegos, doce vidas segadas entre la algarabía de esa turba que es, intrínseca y básicamente, la misma que aplaudía a rabiar las ejecuciones medievales en la plaza pública de la localidad de turno.

Este es un país caduco, resentido y con tendencia a la crueldad. No le demos más vueltas. Tordesillas nos vale de ejemplo, pero mejor no focalizar nuestra repugnancia hacia la tierra que fue cárcel y casa de la reina Juana. Un país donde esa crueldad incrustada en la médula se vuelve folklore, un país donde el maltrato es tradición y donde gobierna un partido que quiere convertir la "fiesta nacional" en bien de interés cultural. Un país perdido, ahogado en su miseria y en su vómito, incapaz de poner coto a tanta barbarie.

Ojalá ese trozo de España que es Cataluña logre desgajarse algún día de este estercolero milenario de vanidades, salvajadas, orín y mal olor. Lo dudo porque ellos, los catalanes, tienen mucho de españoles. Mucho más de lo que creen, muchísimo más de lo que les gustaría. Pero es bueno que al menos lo intenten, que se alejen de Tordesillas, que inicien un camino por libre y que consigan desinfectarse. Toda mi ayuda y apoyo desde este lado de la frontera, desde este inmenso pozo de incultura y sinrazón.

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