Se cuenta que el cardenal Tucci, que durante varios años fue el organizador de los viajes papales, comentó en cierta ocasión a Juan Pablo II: "Aplauden al cantor, Santidad, no la canción", en alusión al éxito que las visitas del Papa alcanzaban en cualquier país entre los jóvenes, que jaleaban el carisma del Santo Padre, no su mensaje. Y tal que así ocurrió con la irrupción fulgurante de Pablo Iglesias, el carismático. Agradaba el personaje pero al paso de los meses comenzó a decepcionar la mercancía. Hasta que el cantautor Joaquín Sabina dio la vuelta a la tortilla al calificar al líder de Podemos en una entrevista televisiva: "Me gusta tu pecho, tus labios y tu culo; pero no me gustas tú". De manera que al cabo, ni continente ni contenido, a la vista de lo que cantan las encuestas. Tal vez Iglesias inició su carrera con calzado de velocista sin atinar a comprender que la política es competición de fondo. Y así se le está haciendo muy larga y empinada la llegada a la meta.
