La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La ciudad y los días

Los Premios como reactivo

En una Asturias estancada en lo económico sólo faltaba que torpedeáramos lo que de verdad funciona

Cuando en la recta final de su discurso del viernes en el Teatro Campoamor el rey pronunció esas palabras lapidarias de "que nadie construya muros con los sentimientos", este antiguo periodista experimentó, lápiz en ristre, una de las viejas intuiciones del oficio y supo que éste sería el titular en la prensa del sábado. Sin entrar en detalles, creo que la intervención estelar de don Felipe, con su certera alusión a los galopantes separatismos, y la del premiado Emilio Lledó fueron las piezas maestras de una tarde cuya memoria es preciso conservar.

En el elogio dedicado al filósofo, bien traída estuvo la cita de nuestro Jovellanos sobre la humana necesidad de comunicación hacia una vida trascendente y ética, como ponderó don Felipe en su acaso un poco largo parlamento pronunciado con soltura muy convincente sin acusar en ningún momento el auxilio del "autocue". Lledó, en su preciosa pieza oratoria, nos hizo ver la necesidad de volver la mirada a las hoy relegadas Humanidades, a esa trilogía de elementos sustanciales que son la verdad, la bondad y la belleza.

Edición la de este año que también ha puesto el acento en lo social, como en la distinción a los Hermanos de San Juan de Dios, aproximando así los problemas que hemos visto de cerca en África y en Hispanoamérica. Situaciones de dificultades y desamparo, caso también de los niños saharauis acogidos en verano entre nosotros cuyas familias lo han perdido todo y duermen estos días bajo la lluvia en los inhóspitos campamentos de refugiados, de lo que informaba LA NUEVA ESPAÑA el pasado jueves.

Dejando a un lado la sospechosa ausencia de los Gasol en el Campoamor, por encima de consideraciones críticas, de formulismos sociales y de las necesarias apoyaturas rituales o políticas, habría que decir, como primer balance, que las breves jornadas dedicadas a los Premios, acaso necesitadas de una actualización de modos, constituyen sin embargo un muy positivo valor consolidado que es preciso defender.

La minoritaria protesta callejera, si se me permite una opinión, sirvió más bien de reactivo a favor, no tanto de un monarquismo que no todos profesamos pero que la Institución ya no necesita por puro posibilismo constitucional, sino del valor de los Premios por su positiva aportación a valores que es necesario mantener y hasta por situar el Principado en el mapa de la mejor relevancia mundial. En una Asturias, por otra parte, estancada en lo económico, desinflada en lo político y decadente en lo demográfico, sólo faltaba que torpedeáramos lo que de verdad funciona.

De manera que es muy de agradecer que la izquierda polifacética, que parece nos gobierna, haya decidido servir de revulsivo con sus pintorescas protestas callejeras y con la sorprendente ocupación de locales municipales permitida por el ambivalente alcalde López, consciente seguramente de que de ese modo tan ocurrente hacía un obsequio a la Casa Real.

Compartir el artículo

stats