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Economista

Un político ejemplar

Sobre la figura de Torcuato Fernández-Miranda

Era muy claro que se iba a producir una transición política en España. Se reflejaba en aquella portada del Semanario SP que rezaba, en vida del Caudillo, "Después de Franco? ¿qué?". A mí, como economista, esto me ratificaba algo que percibía al contemplar el enorme y rápido proceso de crecimiento de la economía española. Me parecía, complementariamente, que ese incremento de riqueza generaba, entre otras cosas, el deseo de una mayor libertad. Textos del hacendista Einaudi sobre los motivos de la Revolución Francesa lo avalaban. Lo expuse con el vínculo de mi observación española en un artículo titulado "Meditación desde la N-VI", porque se me había ocurrido en mis viajes a mi casa situada en Las Rozas de Madrid. Observaba que el número de vehículos que transcurrían por esa carretera aumentaba de modo continuo, a partir, sobre todo, de 1960. Al mismo tiempo percibí que, a causa de todo eso, el mundo intelectual se escapaba de una posible militancia en algunas instituciones del régimen político. Lo había percibido como Secretario del Seminario Nacional de Estudios Económicos de la Delegación Nacional de Provincias, y sobre todo lo había visto cuando me señaló el profesor Torres Martínez, un economista excelente, que debía leer su ensayo "La crisis intelectual del economista" donde criticaba ese cambio del mundo intelectual. Y también era evidente al tener en cuenta algo ya normal en los estudiantes universitarios, quienes se alzaban enfrentados al Sindicato Español Universitario, el SEU, y pasaban además a organizaciones enemigas de éste.

La otra causa de mi creencia se debía al observar un cambio hacia otra realidad nueva, en ese caso política. Se basaba en que tras la II Guerra Mundial, y en plena Guerra Fría, el mundo se había dividido entre los países comunistas y los que querían un sistema democrático. Este era el del mundo occidental al que nos habíamos adherido de modo evidente.

Era necesario actuar con gran tacto para evitar traumas como los que sucedían en Portugal tras la liquidación, y por su Ejército, del régimen político creado por Oliveira Salazar. Portugal había estado en condiciones penosas, y había recibido poca ayuda, y eso a pesar de que en la II Guerra Mundial se había acercado mucho a las posturas del mundo occidental.

Me parecía evidente que toda esta situación la había percibido el entonces Príncipe de España, Juan Carlos. Por eso, al indagar más la cuestión, resultaba claro, que el fenómeno de la transición hacia una modalidad política diferente fuese algo indiscutible, sobre todo, si se trataba con personas claves, y una de ellas fundamental era Fernández-Miranda. En primer lugar, este destacado y prestigioso catedrático de Derecho Político de la Universidad de Oviedo, en la que había sido nombrado Rector por Ruiz Jiménez, había publicado un volumen que había causado mucha impresión titulado "El concepto de lo social y otros ensayos. (estudios de Teoría de la Sociedad)". Efectuaba en él la explicación del inicio de una transición. Porque en esta obra, por ejemplo, y gracias al mensaje de Ortega, se explica así lo que había generado en éste la transición hacia la II República. Fernández-Miranda decía que esa alusión a este gran intelectual no se debía a erudición, sino porque se ocupaba de cuestiones que podrían aclarar la "realidad social como tal y que pudieran servirnos para el objeto en que se efectuaban los estudios que nos hemos propuesto". En esa obra dice Fernández-Miranda que queda clara que "la legitimidad es el poder que da al Poder su mayor estabilidad y vigencia". Es más, continúa, "puede afirmarse que no ha existido poder histórico que no haya descansado en esa creencia de su legitimidad".

A mi juicio efectuar la transición con legitimidad fue la base de toda la vida política de Fernández-Miranda. Así es como pretendía que eso se alcanzase dentro de una situación de bienestar general, lo que obligaba a la tranquilidad, y también a no cambiar lo que una transición al modo democrático de una nación rica exigía. Cuando fue Ministro Secretario General del Movimiento, en unas declaraciones a Emilio Romero, publicadas en "Pueblo" el 28 de enero de 1972, señala que "un sistema es debidamente democrático cuando el Poder está crecientemente en manos del pueblo". Cuando estas declaraciones se dictaron poco después de manera oficial, fue precisamente esta frase la que se colocó en la portada del folleto.

Tampoco es posible dejar de recoger aquello que dijo en Guadalajara el 23 de junio de 1972, en el acto inaugural de un monumento a José Antonio: "Existe la gran esperanza de que? hacia el futuro de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos reine una situación estable, de lo que es símbolo de dinámica continuidad la figura de nuestro Príncipe de España".

Por eso, ahora, cuarenta años después del inicio evidente de la transición política a la muerte de Franco -el cual fallece convencido de que era algo que estaba ya en marcha-, al observar que se han evitado los caos que, por ejemplo, siguieron a la transición tras Isabel II y lo sucedido en el Sexenio Revolucionario y tras Alfonso XIII y el considerable caos de la II República -en Asturias basta recordar no ya 1936, sino 1934-, unos endecasílabos de Garcilaso muestran lo que debemos a Torcuato Fernández-Miranda y Hevia:

Ha venido la luz y contemplados

los peligros pasados hace un miedo

que deja los cabellos erizados.

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