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Profesor titular de Sociología de la Universidad de Oviedo

Los problemas de la Universidad de Oviedo

Propuestas para mejorar la financiación universitaria y elevar las posiciones en los rankings de calidad

Los españoles se dan cuenta en estos días de que pueden votar a quien quieran, pero nadie es capaz de afrontar los problemas más urgentes del país, como son entre otros el cambio de un modelo económico productivo obsoleto por otro innovador, competitivo y capaz de generar empleo de calidad o el cambio de un modelo de Estado igualmente disfuncional por otro verdaderamente federal. En la Universidad nos hemos acostumbrado ya hace tiempo a que las elecciones al Rectorado no solucionan nuestros problemas principales y que el cambio de caras deja intacto las estructuras obsoletas y disfuncionales.

Entre otros (como la mala organización de la docencia) la Universidad de Oviedo arrastra dos problemas interrelacionados: la financiación deficiente y las bajas posiciones en los rankings. Para una posible solución de estos problemas voy a partir de mi propio caso. Desde que me convertí en profesor titular de esta Universidad en el año 2000, he desarrollado 18 proyectos de investigación, 14 de ellos como investigador principal, todos conseguidos en concursos competitivos, la mayoría en programas de investigación científica de la Unión Europea, que han aportado a las arcas de la Universidad un total de 922.099,20 euros. Esta cantidad es significativamente superior al salario bruto (antes de las retenciones) recibido en todo este periodo. De este dinero no he cobrado ni un euro, es más, para conseguirlo y para evitar insoportables trámites burocráticos he gastado de mi bolsillo muchos gastos en viajes, material, teléfono, etc. La mayoría de este dinero se gastó en becas y contratos de investigación, un total de 15 jóvenes investigadores se han beneficiado de esto. La otra parte se dedicó a los gastos de investigación, incluidos equipamiento, materiales, libros, etc., de los cuales se beneficia la comunidad universitaria en su conjunto. La administración universitaria ha retenido según el tipo de proyecto entre el 12% y el 21% de este dinero, más de cien mil euros.

El lector común ahora podría pensar que este chulito (al estilo de un famoso futbolista) quiere decir que si todos trabajaran como él la Universidad no tendría problemas, pero mi mensaje es bien diferente. Lo que quiero decir, con toda esta trayectoria por detrás, es que debido a una pésima y descoordinada gestión de los servicios de investigación y de las relaciones internacionales durante todo este tiempo, e independiente de las muchas personas que han pasado por ellos, mi rendimiento ha sido muy inferior a lo que podría haber sido. Tanto yo como cientos de compañeros de esta Universidad hubieran podido conseguir muchos proyectos y contratos de investigación más y, así, contribuir a la mejora de financiación y la subida en los rankings de calidad. Estamos condenados a dedicar la mayor parte de nuestro tiempo no a la investigación ni a la docencia, sino a una constante pelea con los cada vez más opacos y absurdos trámites burocráticos. El problema de fondo es muy sencillo: ninguna persona del personal administrativo de la Universidad se puede beneficiar de conseguir y gestionar eficazmente proyectos y contratos de investigación o de cooperación (ni tampoco de mejorar la calidad docente), sino todo lo contrario. Cualquier proyecto le supone más trabajo, posibles problemas y complicaciones y lo único que le preocupa es una posible intervención o auditoría. Ni el salario ni la carrera profesional dependen de la buena gestión o del apoyo eficaz a los investigadores y lo mejor para un administrativo es que no haya actividad investigadora. Pero no sólo tienen toda una serie de incentivos de no fomentar la investigación, además sufren la falta de preparación y formación. Para trabajar en el Servicio de Investigación no te piden ni conocimiento de la actividad investigadora, ni de las convocatorias y procesos de selección y evaluación de proyectos, ni de otros sistemas universitarios, ni de instituciones europeas de investigación, ni siquiera tienes que dominar el inglés, es decir, te tiran a la piscina y tu reacción natural es esconderte detrás de barreras burocráticas lo más altas posibles.

Otra vez más el lector podría pensar en un chulito que critica todo sin dar jamás alguna solución. Pero se podría pensar en una solución sencilla de coste económico cero que además daría la posibilidad a los políticos de cumplir con lo que dicen. Desde hace años los políticos alaban y prometen la formación profesional dual, pero no la aplican en su propia casa, en la Administración pública. Se podría implementar en algunos institutos de FP un ciclo formativo de gestión de proyectos que combina formación teórica con prácticas en el Servicio de Investigación, el Campus de Excelencia, grupos de investigación, oficinas municipales de proyectos y organismos privados de I+D (por ejemplo, Prodintec). Implicaría un "Erasmus" en alguna institución de investigación extranjera y el aprendizaje de idiomas. Al mismo tiempo, la Universidad separa los servicios de Investigación y de Relaciones Internacionales del sistema del PAS relevando sucesivamente el personal administrativo por estos jóvenes profesionales con la perspectiva de desarrollar su carrera profesional en este campo. Su salario tendría una parte flexible en función de la cantidad y calidad de los proyectos gestionados y cada nuevo proyecto conseguido tendría algún incentivo. Los investigadores podrían dedicarse a la investigación y sus tareas administrativas se limitarían a presentar los jóvenes investigadores reclutados para la firma de su contrato y, a lo largo del proyecto, a la entrega de las facturas de los gastos de investigación. La gestión administrativa correspondería al Servicio de Investigación, que también puede controlar el uso razonable y correcto de los recursos. De todas formas, si yo malgasto el dinero en vuelos de primera o hoteles de cinco estrellas, el único perjudicado soy yo y mi equipo de investigación, que pierde este dinero para la actividad investigadora. Un servicio profesional de estas características tendría, además, la competencia de ayudar a los investigadores en la presentación de solicitudes y la búsqueda de fuentes de financiación.

En fin, una reestructuración de este tipo dotaría a la Universidad y a muchas empresas con proyectos en ejecución de buenos profesionales, aportaría muchos recursos financieros y humanos, mejoraría muy significativamente las condiciones laborales y la calidad de trabajo de los investigadores y significaría un gran paso hacia la solución de los problemas fundamentales de nuestra Universidad. Sin embargo, puedo asegurar al lector que nada de esto va a pasar gane quien gane las elecciones a rector y ningún grupo político ni sindical va a proponer soluciones de este tipo a pesar de sus efectos positivos sobre el empleo y la competitividad. Al igual que los españoles pueden votar al partido que quieran sin encontrar un gobierno capaz de afrontar los problemas más urgentes de España, los universitarios también podremos votar sin encontrar un equipo rectoral capaz de solucionar nuestros problemas más fundamentales.

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