No merece la pena tomar en consideración el argumento inconsistente de interesados apolíticos y fervorosos agoreros que aseguran que sin Gobierno se vive mejor; que no se nota el vacío de poder por la falta de acuerdo de los partidos en conformar una alternativa; que el país no se resiente. Falso argumento: tanto en el ejercicio diario de la gobernación como en la imagen que se transmite al exterior, el saldo es altamente deficitario. Piensen en el plan de vías de Gijón, cuyo presente está en el aire y su futuro se antoja nebuloso. Sin un Gobierno estatal que ponga dinero y tire del carro, la estación intermodal se imagina una entelequia. Discurran qué es mejor, si que eche a andar el proyecto o certificar con póliza y timbre que se perpetúe lo provisional. Piensen si es legítimo conformarse con ver convertidos en parques los solares del soterramiento, donde cada tarde los abueletes paseen la memoria de los hijos y los nietos que se han ido.
