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Vuelta la burra al trigo

Una y otra vez nos encontramos con la expresión de la sabiduría popular, en este caso por terquedad de la mula o la burra y la insistencia en repetir los mismos errores, pero, aunque el refrán se refiere a los animales domésticos, ahora mismo lo podemos aplicar a los racionales -si acaso lo fuésemos- porque son esos representantes del pueblo "soberano", a quienes les otorgamos la confianza a través del voto, quienes insisten, tercamente, en tropezar una y otra vez contra la misma piedra del camino y... ¡vuelta la burra al trigo!

En el año 1911, Azaña pronunció una conferencia en la Casa del Pueblo de Alcalá de Henares que tituló "El Problema Español". Hoy, ciento cinco años más tarde, reproducimos algunos de sus fragmentos como si la pronunciase ahora mismo.

"Pertenezco -decía Azaña- a una generación que está llegando ahora a la vida pública, que ha visto los males de la Patria y ha sentido al verlos tanta vergüenza como indignación, porque las desdichas de España, más que para lamentarlas o execrarlas, son para que nos avergoncemos de ellas como una degradación que no admite disculpa?". Esperemos no volver con la burra al trigo.

Se hace extraño pensar que estamos en el año 2016 del siglo XXI, al que llegamos tras haber superado los enfrentamientos entre bloques y guerras frías padecidas tras la segunda guerra mundial y que tensionaron la relación entre los pueblos con constantes amenazas y que, con frecuencia, nos han tenido al borde del abismo, durante toda la segunda mitad del siglo XX.

Caído el muro de Berlín todos celebramos aquello de "haz el amor y no la guerra, eslogan hippie" de los años 60/70, en donde cambiamos hasta nuestra forma de vestir. Guardamos el traje y la corbata en el armario y nos vestimos con ropas usadas que nos llegaban, con frecuencia, de la guerra del Vietnam, con marihuana y rock psicodélico, dando lugar a que algunos avispados diesen gusto a los "progres" de aquellos años y a la vez a sus propios bolsillos. Se iniciaba así, un comercio alternativo a lo rancio y tradicional, aunque, eso sí, más caro.

También, por aquellos años, en lugares como Portobello, en Londres, te vendían otros productos para saciar las ansias de "revolucionario de café ", como camisetas con la imagen del "Che", Marx o la cruz gamada. Quién le iba a decir a Ernesto Che Guevara que su lucha anticapitalista iba a proporcionar tales dividendos al capital.

Llevamos pocos años de vida democrática, pero esta convivencia de las ideologías se ha ido descomponiendo por las "corruptelas", partiendo de un voto conseguido, con frecuencia, a fuerza de ofertas y favores. Necesitamos que quienes controlan a las "castas" no terminen convirtiéndose en nuevas "castas", haciendo uso del poder en los cargos para colocar a los afines, parientes y... ¡vuelta la burra al trigo!

Por más que, durante el pasado año, nos hubiesen bombardeado con triunfalistas discursos sobre la recuperación económica, la verdad es que lo hacían desde la cúpula pero se olvidaron de los peatones. Ahora necesitamos sentido común y sacrificios. ¿Quién quiere ceder, para alcanzar la estabilidad ?

El arte hace tiempo que se ha deshumanizado, o quizás se ha "humanizado" con exceso desde que Piero Manzoni enlató sus propias defecaciones, vendiéndolas como obras de arte a diversos coleccionistas y museos, frente al asombro de una sociedad sorprendida por las rápidas transformaciones y con el aplauso de una "nueva progresía intelectual", que se lleva por delante todo lo establecido en cánones históricos. Si el arte es testimonio de la época, ¿no estaremos convirtiendo el arte de la política en una nueva versión de la obra de Manzoni y sus defecaciones?

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