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Sol y sombra

La mala política

Tiene razón Aznar al referirse a la mala fiscalidad: muchos de los problemas que padecemos los ciudadanos se deben a la política o la falta de ella. El expresidente del Gobierno descarrila, eso sí, al comparar su etapa con la actual, porque algunos de los datos que nos pueden ayudar a penetrar en los contrastes permanecen ocultos en su memoria selectiva. No los cita. Por ejemplo, habla del crecimiento económico de entonces y se olvida de la ley del suelo, que en gran medida trajo la burbuja inmobiliaria y la corrupción.

No digo ya que Aznar se equivoque al confrontarse con Rajoy, su delfín, en cuestiones de déficit público. Eso son planteamientos que debe valorar el propio PP, la organización que los une y los desune. En el juego político -resulta hasta obligatorio recordarlo- mientras que el adversario está en el partido rival, el verdadero enemigo, sin embargo, se encuentra en la propia casa. Acomodados en esa inercia, los populares han hallado una forma curiosa de despedazarse internamente en estas nuevas vísperas electorales; cuando no son los escándalos que implican a sus dirigentes, es la discrepancia económica la que divide los ánimos.

Pero política, lo que se dice política con el objetivo de resolver los problemas de los españoles, no hay. Existen, claro, negociaciones por debajo de la mesa con el fin de que Bruselas suelte el dogal para volver a apretarlo después de las urnas. Eso, por un lado. Por otro están Tsipras y Hollande como ejemplos, en el primer caso, de la claudicación, y en el segundo, del ilusionismo electoral. El premier griego ha acabado por ponerse de rodillas ante los acreedores europeos, haciendo exactamente lo que sus predecesores: subir los impuestos y recortar las pensiones. Pero para ello antes empujó a su país al desgaste y a unas condiciones aún más severas. Era la opción de cambio que aplaudía Pablo Iglesias.

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