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Mezclilla

Carmen Gómez Ojea

Cansada y oprimida

Tertulia política en la pandilla de amigas "Las Inocencias", reunidas en un merendero

La pandilla de amigas "Las Inocencias" se reunieron en un merendero a celebrar la menopausia de Celina Peruyo que, por fin, a sus cincuenta y ocho años había dejado de menstruar, con el consiguiente respiro de saber que un descuido no podría convertirla en madre reañosa, amén del ahorro que le supondría desde entonces no tener que gastar dinero en compresas.

La tarde, aunque no calurosa, propia de este junio tan veleidoso, era muy soleada, de modo que doraba las hojas de las moreras y les permitía a todas ellas, menos a la friolera de Marilís, estar sin chaqueta.

Bebieron sidra y comieron empanada de pulpo, exquisita según general parecer, aunque con la excepción de los peros de Dalia, tal como esperaban las demás, ya que se creía una gastrónoma mejor y más experta que la Marquesa de Parabere, por lo que también criticó la tortilla de tortellini, las croquetas de mejillones hechas con harina de maíz y caldo de pescado, las patatas asadas con pimientos del padrón y chipirones y las postrimerías consistentes en flan de queso con cuajada y helado de manzana, aunque se zampó en dos bocados los de Cecilia Barca, que nunca tomaba postre. Pero no le bastó a Dali despotricar contra el menú, sino que le cogió ojeriza a uno de lo camareros, al que apodó de inmediato "La flor del zurguén" porque según ella era idéntico a Meléndez Valdés, autor de esa letrilla que le supuso no obtener un sobresaliente en un examen de literatura por endilgársela a Tomás de Iriarte.

Todas permanecieron calladas y pusieron los ojos en blanco, aunque estaban acostumbradas a escuchar sus extravagancias, salvo Eleuteria que, tras resoplar sonoramente, le dijo que era más pelmaza que un político en campaña. Y lo mismo le daba que se tratara de los de Podemos, que acompañaban sus discursos con un movimiento de dedos y manos muy clerical, o de los del PP, tan verbeneros como falsos, mentirosos y?

Y comenzó la guerra que muchas esperaban, la inevitable contienda verbal que pocas veces causaba lágrimas y nunca ni una gotita de sangre.

La inició Goyita Mir, fervorosa filopepera, votante pero no militante, diciendo vulgaridades muy manidas, como que el PP era un partido de gente muy alegre, divertida y cachonda?

¿Eso lo dices porque cuenta con una plantilla de putitas de confianza para los machorros? A ellas, en cambio, no les pagan putitos guapos y sanos. ¿Sabes el porqué de tal diferencia?, le preguntó una de las hermanas Pis.

Goyita empezó a hacer gestos de desdén, pero no abrió la boca para responderle.

Entonces la otra de las hermanas Pis comentó que no sabía si a las demás les pasaba lo mismo pero que, personalmente, se sentía harta hasta la náusea debido a lo muchísimo que le repugnaba escuchar de forma machacona y repelente ciertas palabras salidas de todos los labios y bocas no por cierto de fresa, sí acaso de fresón marchito; palabras como "sorpasso", que en italiano significaba dar un paso adelante y que, al parecer, daba más gustito pronunciar que la española de adelantamiento. La verdad verdadera -continuó más acalorada- era que todas las agrupaciones políticas hacían y harían que la nación diera traspiés, tras pasos, pasos atrás o "passos indietro", como dirían los italianizantes. Y lo atroz -prosiguió- era que "La nación está toda cansada y oprimida". Esas -aclaró suficiente- eran unas palabras que, según contaba Azorín en sus "Artículos Anarquistas", alguien había escrito en la funda de un librillo de papel de liar cigarrillos que él encontró como marcapáginas dentro de un viejo ejemplar de la primera Constitución española. Unas palabras que seguían vigentes, porque España estaba agotada, ordeñada por manos brutales, estrujada por puños de acero, exprimida, seca, saqueada; y la gente, el pueblo, la ciudadanía se hallaba en estado de estupefacción y pasmo, sin reaccionar de modo contundente y práctico ante las tropelías de los bandoleros que esquilmaban y robaban con su consentimiento y pasividad.

Un acceso de tos interrumpió el discurso de la Pis y la sensible Melina Pombal se echó a llorar porque era terrible que todo aquello fuera verdad y que la maldad fuese la dueña absoluta, como lo demostraba el nazismo que había vuelto, porque era propio de nazis seleccionar a las personas y escoger entre unas y otras para salvarlas o condenarlas a la muerte, como estaba ocurriendo en los campamentos de refugiados, que eran campos de concentración y de exterminio, sin que ningún mandamás planeara poner fin a aquella monstruosidad, ni siquiera las Iglesias Cristianas. Ella era cristiana y le apetecía ir por las calles chillando "¡Ay de vosotros los ricos, puesto que ya tuvisteis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que os quedáis con los sueldos de vuestros jornaleros?".

Trataron de calmarla y ella se levantó diciendo que iba a lavarse la cara. Pero, al poco tiempo, Celina, la festejada, recibió de ella un wasap, para pedirle perdón por irse y comunicarle que se marchaba para casa.

Durante el silencio que se produjo con tal noticia, Dalia llamó con muchos aspavientos y sin temblores de voz al camarero. "¡Eh, Flor del Zurguén!". Y él la atendió risueño y ella le pidió champán para todas y a su cuenta. Pero únicamente había cava y eso hizo que Brenda Tusano, antes Gusano hiciera un gesto de disgusto, aseverando que le había hecho el boicot a Catarluña y a todo lo catalán pues, si mucha de su gente quería separarse de España, ella se apartaba la primera con mucho gusto. Y Marilís le preguntó a qué venía lo de Catarluña. Parrula Gredos se adelantó en la respuesta: "Es porque el dueño del equipo de fútbol y -recalcó con ironía- carmín o grana es el estado de Catar, así que el Barça es catarí, tararí."

Brenda asintió muy satisfecha a las palabras de Parru y comentó que le gustaría saber a quiénes iban a votar el domingo día veintiséis cada una de las presentes, que se hicieron las ausentes de momento, hasta que Goyita Mir con voz firme y gesto altanero de desafío dijo: "Yo, a los únicos que pueden seguir haciendo progresar a este país. Así que está claro: Votaré al PP."

Las otras se rieron como hienas, salvo Dalia, que quiso que Goyita le explicara por qué ese partido empezaba a mentir ya en sus siglas, porque no tenía nada de popular y cuando hablaba de su aversión al populismo proclamaba veladamente que era una agrupación de granburgueses y pequeñoburgueses que despreciaban al pueblo, al que consideraban plebe, porque eran clasistas hasta los huesos.

Goyita soltó el refrán de las palabras necias y los oídos sordos. Y Ceci Barca anunció que no iría ni a rastras ni a patadas en el culo a votar el domingo veintiséis, festividad del fundador del Opus Dei, lo que decía por si acaso Goyita no lo sabía y quería pedirle a San Josemaría que hiciera el milagro de que ganaran los suyos y no los venezolanos ni la chusma de la izquierda. Por su parte, no le costaba decir que ella votaría al partido que se atreviera a romper el Concordato con el Vaticano.

Goyita repitió el refrán y Dalia llamó a la Flor del Zurguén y le pidió cava para todas y la cuenta para ella, y bebieron, también Brenda, la anticatalanista, y brindaron por todas Las Inocencias, por la ausente y dulce Melina y especialmente por la festejada Celina Peruyo, felicísima con su menopausia, quien agradeció de nuevo aquella fiesta y solicitó un minuto de silencio por todas las mujeres que aquel día estaban siendo víctimas de la bestialidad machista en todas partes, también en aquella España tan cansada y oprimida.

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