Se desconoce si anoche, tras los rescoldos de la hoguera de San Juan, salió la alcaldesa de Gijón a coger el trébole, que es planta de buen augurio. O si fue a por verbena, que además de reunión popular de bailoteo y "waka waka" es conocida hierba de los hechizos que usaban los antiguos apelando a supuestas virtudes protectoras. Un trébol de cuatro hojas, cuyo hallazgo equivale a un premio de la primitiva, le viene de perlas al equipo de gobierno para capear con fortuna la procelosa navegación por la municipalidad minoritaria que ostenta, en confuso periplo que se sustenta a bandazos de timón, para contentar un día a los remeros de babor y el otro a los de estribor.
Tampoco viene mal a los desvelos del gobierno forista el ungüento de hoja de verbena, de poderoso efecto analgésico aplicado en cataplasma, para aliviar los quebraderos de cabeza y los cólicos traperos que provoca la complicada relación con la marca blanca podemista, sabia administradora de una medicina, en ocasiones antídoto y en ocasiones veneno, a base de palo y zanahoria.
Como quien tiene que bregar con los antojos de Xixón Sí Puede y con los latigazos populares y socialistas es el portavoz Couto, un político ordenado en la templanza, convendría al lugarteniente de Moriyón ejercitarse en las bondades de las flores amarillas del hipérico, que según la mitología celta otorgaba el don de espantar demonios.
