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Alberto Menéndez

Siempre hay sorpresas

Las encuestas electorales (y sobremanera la del Centro de Investigaciones Sociológicas, que al ser, con mucho, la que cuenta con un mayor número de entrevistas tira de todas las demás) proyectan tendencias, esbozan las grandes líneas del mapa político, pero a la hora de la verdad, en las urnas, siempre, en todas las elecciones, se producen sorpresas. Y en éstas, seguro que también las habrá. En los comicios del 20 de diciembre, el CIS primero, y todos los demás estudios demoscópicos después, predijeron que Ciudadanos quedaría por delante de Podemos y se convertiría en la tercera fuerza política del país. No sólo no fue así sino que, además, el partido morado quedó por delante del naranja por un gran número de votos y de escaños.

El fin del bipartidismo les ha puesto las cosas bastante más difíciles a los sociólogos encargados de interpretar las encuestas electorales. El voto es ahora mucho más voluble que hace sólo cuatro años. Y también es mayor el número de indecisos. Según el CIS un tercio del electorado desconocía hace cuatro semanas a qué partido acabaría apoyando el 26-J. Y eso son muchos millones de sufragios, que, lógicamente, pueden dar al traste con las predicciones de las empresas especializadas.

Por eso es por lo que los candidatos (mucho más los de la izquierda que los de la derecha) se muestran confiados en que van a dar la sorpresa el próximo domingo. El que más, el podemista Pablo Iglesias, que no sólo se muestra convencido de que su partido quedará por delante del PSOE, sino incluso de que ganará las elecciones al PP. Quien, en los últimos días parece haber recuperado la confianza perdida tras la "macroencuesta" del CIS y el debate en televisión es el socialista Pedro Sánchez, que no deja de repetir que no habrá "sorpasso". Lo de ser el partido más votado lo dice, es verdad, pero como con la boca pequeña. Mientras tanto, el popular Mariano Rajoy no contempla otra opción que el triunfo, pero a la vez es consciente de que su futuro está en manos del PSOE. Albert Rivera, de Ciudadanos, juega otro partido, el de la calidad más que el de la cantidad; es decir, el de la influencia que le daría seguir manteniendo un grupo parlamentario de cuarenta diputados. En su caso, con que no haya sorpresa le basta.

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