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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Rosquillas y limonada

En mi pueblo, los chavales acudíamos al cuartel de la Guardia Civil el día de la fiesta del Pilar tras la misa de doce a probar las rosquillas que habían trajinado la noche antes en la cocina con piadoso esmero las esposas de los agentes del destacamento. Y un vaso -"uno y basta", apuntaba severo el cabo Abdón-, de la limonada que él mismo había aderezado con trozos de limón y la fruta que se terciara, y que removía con un cazo en el enorme perolo de vino mezclado con azúcar y agua. A los críos nos imponía un respeto reverencial el paso de "la pareja", los dos únicos números de capote y tricornio que aún cabalgaban a lomos de sus caballos por las calles sin asfaltar de la localidad, hace medio siglo. Pero aquel día el pavor se disipaba: el cuartel abría de par en par sus puertas de ciudadela bien pertrechada y se celebraba con júbilo la fiesta de la patrona. Se disparaban voladores y se cantaba, henchido el pecho, resuelto el ánimo, el viejo himno de la Benemérita. Han pasado cincuenta años pero el ritual permanece, como ocurrió a mediodía de ayer en la sede de la Comandancia de Gijón, en Contrueces. Los tiempos han cambiado, los agentes están más preparados, pero el himno suena igual de rotundo, como emotivo resulta el silencio al toque de oración. A estas alturas ya nadie duda de que este cuerpo tantas veces vilipendiado y agredido, a veces por la espalda y a sangre fría, como aquellos agentes de mi pueblo, siguen dando cumplimiento al mandato de la Cartilla de convertirse en pronóstico feliz para el afligido.

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