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Lo que hay que oír

Francisco García Pérez

Eduardo Mendoza: el humor y la purria

En el 74.º cumpleaños de un gran escritor con obra grave y gamberra

En la tarde del próximo viernes y 13 hablaré sobre Eduardo Mendoza en la Universidad de Oviedo, por lo que me sigo ilustrando al respecto, ahora con una entrevista que el último "Premio Cervantes" concede a Javier Rodríguez Marcos para el suplemento "Babelia", el 7 de los corrientes. Sostiene Mendoza (hoy cumple 74 años) que no le parece mala combinación el que se le tilde de "gamberro y caballero", pues "si eres solo un gamberro, eres un indeseable. Si solo eres un caballero, eres un muermo". Y añade enseguida: "He hecho una parte de mi obra no ya con humor, sino claramente humorística, o sea, planteada para hacer reír. No de humor, de risa". Tras recordar que esa vertiente de la literatura "hasta hace poco se consideraba de segunda fila", a pesar de que "la literatura de humor española ha sido fundacional" (el Quijote, Quevedo), concluye: "[como] somos dados al chiste, al juego de palabras y a la risa en el bar, identificamos el humor con lo relajado". De ahí el desprecio o menosprecio por autores como Jardiel o Mihura. En una palabra: aunque el público agradece muy mucho el humor, la risa, qué bien lo pasamos, me partía, me tiraba por el suelo, me doblaba de las carcajadas? enseguida se pone grave, cejijunto, calvinista, tieso y estirado para aclarar que bueno, que era solo para pasar el rato, que no era nada serio, nada importante, nada de primera fila, solo humor. Pues qué bien, señoras y señores de la polilla incorporada, tristes de funeral, amargados convictos. Pasarlo bien es malo: "¡Ya pagaréis en el infierno esas risas!", nos amenazaban algunos curas del XX. Y en literatura, peor: hay que leer (quise decir "releer", aquí tododiós relee, solo leemos cuatro) nada más que a los clásicos dolorosos, compungidos, tronantes y moralistas de dedo admonitorio.

Y digo más: si Eduardo Mendoza no hubiese escrito novelas "serias" como "La verdad sobre el caso Savolta" o "La ciudad de los prodigios" (el territorio "caballero", como él diría) y un jamón le iban a haber dado el "Cervantes". De haber escrito solo a lo "gamberro" ("El misterio de la cripta embrujada", "Sin noticias de Gurb" y tal y cual) iba que chutaba con una flor natural en algún certamen pueblerino. Es la más leída su zona gamberra, sin duda, pero es humorística, dicen los muermos, luego es menor. Qué desastre, no saben leer. Fíjense, por ejemplo, en un pasaje que dedica Mendoza a la "purria" en "La aventura del tocador de señoras": "Yo no pertenezco a ningún estrato social. Que no soy rico, a la vista está, pero tampoco soy un indigente ni un proletario ni un estoico miembro de la quejumbrosa clase media. Por derecho de nacimiento pertenezco a lo que se suele denominar la purria. Somos un grupo numeroso, discreto, muy firme en nuestra falta de convicciones. Con nuestro trabajo callado y constante contribuimos al estancamiento de la sociedad, los grandes cambios históricos nos resbalan, no queremos figurar y no aspiramos al reconocimiento ni al respeto de nuestros superiores, ni siquiera al de nuestros iguales. No poseemos rasgos distintivos, somos expertos en el arte de la rutina y la chapuza. Y si bien estamos dispuestos a afrontar riesgos y penas por resolver nuestras mezquinas necesidades y para seguir los dictados de nuestros instintos, resistimos bien las tentaciones del demonio, del mundo y de la lógica. En resumen, queremos que nos dejen en paz". ¿Es solamente humor, ahí engarzado al pelo el párrafo en una novela gamberra? ¿O es además -insisto: además- una corrosiva definición de una más que numerosa clase social y votante nuestra?

El humor es muy fuerte, por eso el Poder tanto lo detesta. Lo dice el poeta Uribarren: "Ándate con cuidado, que no se entere nadie de que lo pasas bien, que tu vida funciona, y eres feliz a ratos. Hay gente que es capaz de cualquier cosa, cuando ve una sonrisa".

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