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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Segundo de Rubi

Podría decirse que la afición del Sporting está loca de remate. Solamente desde el punto de vista de una locura poco transitoria, si no claramente permanente, podría explicarse clínicamente la afinidad sanamente enfermiza y sin medida hacia unos colores cuya exposición permanente provoca un efecto óptico más próximo a la desesperación que a las satisfacciones. O tal vez podría añadirse que, para ser más exactos, la Mareona está loca por el remate. En los últimos dos partidos, el Sporting ha disparado 35 veces a la portería contraria y sólo ha anotado dos goles, uno de ellos de penalti.

El equipo ofrece en las últimas jornadas signos de mejoría, pero no acaba de salir de la sala de cuidados intensivos donde permanecen los convalecientes con las constantes vitales más dañadas. Han mejorado las defensas, pero el enfermo aún se tambalea: cualquier contratiempo menor provoca una hemorragia que impide sumar de tres en tres, de manera que se antoja de efecto lento y retardado el antibiótico que receta el reciente entrenador. Tal vez hay que aumentar la dosis.

Ya se explicó en esta misma tribuna hace semanas que el equipo iba asimilando convenientemente las enseñanzas de primero de Rubi, el curso acelerado del abecedario del técnico catalán que comienza por amarrar desde la retaguardia. El segundo de Rubi ya es otra cosa: requiere de mayores habilidades y destrezas que sujetar los impulsos más primitivos de Amorebieta. Se trata de hacer daño sin que te lo hagan. Pero sin goles en el casillero a favor a lo más que se puede aspirar es al empate. Y con esa suma mínima no da para salvarse.

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