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Sociólogo y escritor

La política y el valor de la duda

A propósito del discurso de Javier Fernández al recoger la "Amuravela de Oro"

"Créanme, yo siempre tengo dudas".

( Javier Fernández, presidente del Principado)

Leo el magnífico discurso de Javier Fernández al recoger la "Amuravela de Oro". No conozco a la persona: si sé de su amplia cultura y de su apertura intelectual hacia otros lenguajes: novela, poesía, ensayo. Al leer, uno se sumerge en otras aguas, épocas y existencias. El monopolio de la realidad se quiebra y sólo entonces podemos reconocer la pobreza y la miopía del lenguaje político al uso. El lenguaje abre la mirada y se crean espacios que, una vez presentes en el lenguaje, pueden ser vividos por otros. Nadie ha narrado como Kafka los efectos perversos del poder, nadie como A. Camus o Milan Kundera ha descrito los procesos de extrañamiento del hombre en la sociedad moderna. La narrativa de Dostoievsky es un viaje al interior del hombre y a las amenazas de una sociedad que ha perdido el rumbo. No es extraño que Javier Fernández reivindique en su texto la apertura a la buena literatura para enriquecer el leguaje político. Pienso que el PSOE ha perdido un extraordinario secretario general, aunque intuyo que no estaría cómodo en las dinámicas de exhibición del poder, en la bronca o en las descalificaciones políticas o personales. De hecho, sus discursos son más interesantes cuando sale de los escenarios donde se hace visible la práctica del poder.

El cierre del lenguaje político. Si el habla es lo que nace de la necesidad de salir de la soledad, el lenguaje es un universo de símbolos con los que construimos el mundo de las relaciones humanas, la verdad y la mentira: un espacio entre el mundo de la conciencia y el mundo de las cosas. La crisis de la política es la crisis del lenguaje. Los políticos tienen con frecuencia una visión alicorta y parroquiana de la política. El joven estudiante que se convertiría en K. Marx decía que "sólo las polillas nocturnas consideran que la lámpara doméstica es un sustituto del sol universal. Cuanto más cerremos las ventanas más fácil perdemos la salida del sol." Como señala J. Fernández en su texto: la polarización política (en torno a las categorías de izquierda/derecha o en la dialéctica amigo/enemigo) aumenta en la misma proporción en la que disminuye la calidad del debate político. El "no es no" de Sánchez ha reducido la política a su grado cero. El PP reduce la política a una fría actividad instrumental que despoja al lenguaje de cualquier componente ético. La dialéctica amigo/enemigo formulada por Carl Schmitt y actualizada por E. Laclau y Chantal Mouffe es la referencia de Podemos en su visión de lo político. Esta dialéctica, que sólo tiene sentido en un pensamiento absolutista, implica la creación de un "nosotros" en oposición a un "ellos". Los estereotipos amigo/enemigo levantan cercos, cierran el diálogo y crean espacios libres de democracia, puesto que cualquier consenso buscado se basaría en actos de exclusión.

Regresan la incertidumbre y la duda. "Yo no veo la totalidad de nada", decía Montaigne. La caída de las grandes narrativas que legitimaron la época de la "modernidad simple", en el lenguaje de Ulrich Beck, ceden el paso a los pequeños relatos. El discurso de la emancipación (el que va de Hegel a Habermas, pasando por Marx y la Escuela de Frankfurt), de la mano de la idea de Progreso y de la búsqueda de grandes sujetos colectivos como la clase social o la nación se ha agotado. La caída de las grandes ilusiones no es una pérdida sino una oportunidad para descubrir la amplitud de lo pequeño, de los muchos "yos" que configuran el mundo social. Como dijo Emily Dickinson: "una pradera puede hacerse con un trébol y una abeja". Esta nueva sociedad tiene muchos nombres. Quizá los nombres de "sociedad líquida" (Bauman) o "sociedad del riesgo" (U. Beck) sean los que más fortuna han tenido en el campo de la sociología. La sociedad del riesgo altera los marcos sociales que definen la identidad personal y grupal; además, los cambios en los contextos productivos, en el mercado de trabajo, crean nuevas fronteras, nuevas escalas de desigualdad social. Los individuos tejen y destejen su vida a lo largo de itinerarios cada vez más flexibles e inciertos. Los avatares biográficos que antes podían resolverse en el marco de la familia, de la clase social o de la comunidad vecinal, ahora tienen que ser gestionados por los mismos individuos. Ya no hay certezas y el individuo debe construir su propio relato vital. Estos riesgos abren el camino hacia lo que Beck llama la "subpolítica", es decir, la configuración de la sociedad desde abajo. Lo político irrumpe y nace más allá de las responsabilidades formales y de las jerarquías de poder establecidas. Este renacer de la subjetividad política es ignorado por los que equiparan la política con el Estado o con el sistema.

La invención de lo político. Los riesgos no son calculables; surgen de la entraña misma de la sociedad, de la toma de decisiones. El mejor camino para hacer frente al riesgo es la regeneración de la política: recuperar un clima de participación y de debate sin cierres. Giddens sugiere que la política como movimiento social debe recuperar el sentido de la experiencia: incluir la voz de muchos "yos" afectados por las decisiones y ahondar en la sensibilidad hacia las esferas vitales en riesgo (algo que el partido de Podemos supo ver en sus inicios). La invención de lo político supone la lucha por espacios, foros, estructuras y estilos dentro y fuera del sistema político. La teoría de la sociedad del riesgo formulada por Beck es en el fondo una teoría del conocimiento político. Dudo, luego existo. La duda para Beck es una de las características de la modernidad "reflexiva". Dudo, por lo tanto, te dejo espacio. Dudamos, por lo tanto, todo puede comenzar de nuevo. Tus dudas y las mías crearán un espacio: el espacio del "nosotros". ¿Podría, se pregunta Beck, esta utopía de la duda, que cuestiona y abre caminos, ser una idea fundamental para una ética, para un contrato social moderno radicalizado? Creo recordar que nuestro poeta Ángel González, ante la pregunta sobre el hecho religioso, dijo: "dudo, luego insisto". La duda nos sitúa en el camino de la búsqueda, y puede ser la inspiración para un compromiso aún mayor con la sociedad como ha ocurrido con Sócrates o con Hannah Arendt (por citar dos ejemplos tan alejados en el tiempo). La duda nos aboca a la invención de lo político: una política que no sólo pertenezca a los políticos sino también a la sociedad, que no sea sólo del poder sino de la creación humana.

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