La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

ERA / ¿Y fue?

2-¿Y fue?

El informe "Estrategias para la Reindustrialización de Asturias" y el desarrollo de la economía regional

Con la perspectiva de los 25 años transcurridos desde su realización, cabe plantearse la pregunta de si el ERA también fue, es decir si realmente se tomó como referencia para las políticas desarrolladas en el Principado, si sirvió para orientar las estrategias de cambio económico en Asturias y tuvo verdaderamente incidencia en ellas.

No sé si cabe una respuesta rotunda y para huir de visiones polarizadas (deudoras de tendencias al victimismo o al triunfalismo, que me parece que no conducen a ninguna parte), empiezo por decir que no creo que pueda pintarse un balance solo en blanco o negro, aunque las cosas no sean precisamente de color de rosa, y me parece más útil tratar de añadir algún elemento que se sume, veinticinco años después, a una de las pretensiones más fundamentales del ERA: la de promover la reflexión en el conjunto de nuestra sociedad "con los datos de la Asturias que fue, la que puede ser y la que será".

Sin necesidad de echar las campanas al vuelo se constata algo que unos parecen querer ignorar y otros desconocer: que, pese a todas las dificultades, el cambio y el progreso han sido formidables en España y en Asturias y que los niveles de renta, de bienestar y de protección son hoy muy superiores a como eran veinticinco años atrás.

Desde entonces, son indudables los enormes avances en infraestructuras (aunque alguna fundamental siga pendiente,) en la transformación sectorial, la terciarización de nuestra economía, la sustitución del antiguo sector público empresarial por nuevas iniciativas, la modernización productiva, la existencia de empresas competitivas y con potencial productivo, la emergencia de segmentos de innovación, la consolidación del empuje exportador y de la internacionalización o la reducción de la conflictividad, entre otros varios aspectos.

No se me tache de un pesimismo que desde el ERA creo imprescindible erradicar, si añado ahora que también es cierto que se han mantenido o acentuado algunos otros problemas. Entre ellos, el de una demografía envejecida, el de los niveles y la capacidad de generación de empleo, el del aprovechamiento de nuestro capital humano y la escasa capacidad para ofrecer oportunidades a los jóvenes, el del insuficiente apoyo al entorno de la empresa y al emprendimiento, el de los estrangulamientos en la I+D y las trabas que impiden la eclosión de la creatividad existente, o el de los índices de desigualdad y pobreza, en los que ha hecho mella especialmente la crisis.

Reitero que no podemos olvidar la magnitud de los logros de estos veinticinco años, pero el trazo para mi más significativo y preocupante es que, en el conjunto de ese período, nuestro dinamismo económico ha resultado menor que el de la media nacional y el de muchas otras regiones españolas. El PIB ha crecido muy sustancialmente, pero a un ritmo relativo menor. El PIB por habitante, ayudado además por la evolución demográfica, ha avanzado sensiblemente, pero hasta unas cotas relativas igualmente inferiores. El empleo se ha mantenido bajo y no ha logrado recuperar en 2016 el nivel existente en 1976. Los datos de I+D e intensidad innovadora muestran el distanciamiento con otras regiones.

El ámbito de las ramas productivas con fortalezas específicas y mayor dinamismo que la media nacional se mantiene reducido y revela significativos problemas de competitividad y, en su conjunto, la economía asturiana se configura como una de las menos "resilientes" (confirmando que la resistencia al cambio hace a las economías menos resistentes al ciclo), como acaba de mostrar el estudio ganador del premio del CES. Y podría decirse, en suma, que la situación de Asturias, comparada con el conjunto español y con otras regiones, no ha evolucionado favorablemente en términos de dinamismo económico, competitividad y capacidad de generación de actividad económica.

Entre la Asturias que fue, la que es y la que pudo (o puede) ser, hay entremezclados, pues, logros y carencias, avances absolutos y rezagos relativos, transformaciones emprendidas e inacabadas, que son el fruto tanto de las propias dinámicas del cambio económico en España y en la Unión Europea y de la capacidad de la iniciativa privada como de la acción de las políticas públicas.

¿Respondieron estas últimas a las estrategias señaladas en el ERA? En algunos aspectos puede decirse que sí, pero los indicadores antes expuestos me hacen pensar que en muchos otros no llegaron a promover la transformación más intensa, profunda y radical que en el informe se proponía. Basta remitirse al capítulo final de conclusiones del ERA para constatar que junto a lo mucho que se ha avanzado es mucho lo que queda todavía pendiente y que, aun en contexto tan distinto al de entonces, siguen manteniendo vigencia bastantes de sus recomendaciones.

Sin ningún afán exhaustivo, enumero varias de ellas, como las relativas: al apoyo al sistema empresarial y la competitividad, el tamaño de las empresas, el impulso educativo y de la I+D y su articulación; la coordinación y cooperación institucional; la oferta formativa; la inserción laboral de los jóvenes; la eficacia del sistema de promoción; el aprovechamiento ferroviario de vía estrecha; las conexiones internacionales; los servicios avanzados; la interrelación entre industria y servicios; el área metropolitana central; o el cambio de mentalidades, entre algunas otras.

Es este último, en particular, un aspecto ciertamente decisivo cuyo análisis me parece que constituye una de las más valiosas aportaciones del "Informe ERA", que señalaba como, en aquellos momentos, el discurso de extremo negativismo, de falta de confianza en la existencia de alternativas, anclado en un tiempo que parecía compuesto solo de pasado y presente sin futuro y nutrido de espectadores de un aparente desastre general del que, eso sí, cada uno parecía sentirse exceptuado, convertían a la región en "un caso ejemplar de configuración negativa de la subcultura económica, compuesta por una combinación de orientaciones cognitivas que actúan como frenos al desarrollo". Algo que, aun con nuevas connotaciones, no se ha logrado plenamente desterrar.

Pero más que en la región que fue y que ahora es, toca pensar de nuevo, como pretendía el ERA, en la región que puede ser, en la que queremos que sea. Quizá como ayer con el ERA, valga hoy lo que hemos dicho desde el Consejo Asesor de Asuntos Económicos de la Presidencia del Principado: "que no cabe resignarse sino buscar alternativas para la dinamización de nuestra economía regional (?) y la clave radica en una reorientación regional hacia objetivos de competitividad, crecimiento y empleo, que requiere la canalización prioritaria de los recursos hacia la generación de actividad productiva".

El primero de los artículos puede consultarse en la sección de Economía de lne.es

Compartir el artículo

stats