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Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Oviedo

Una nueva estructura productiva para Asturias

Los cambios en la economía asturiana durante la crisis

La crisis ha generado cambios muy notables en la estructura productiva asturiana que se pueden visualizar a través de las variaciones de las cuotas de participación de cada sector en la producción y el empleo regional, aunque seguramente lo más revelador acerca del alcance y orientación de tales cambios sería poder evaluar las consecuencias de esta reasignación del esfuerzo productivo sobre la competitividad de nuestras empresas y sectores. El objetivo de estas líneas es precisamente aportar datos que permitan valorar el resultado de tales transformaciones.

Concretamente, entre 2008 y 2015, el Valor Añadido Bruto, VAB, regional se contrajo en casi un 11% y el empleo en más de un 17%. Estos datos sitúan a Asturias como la región española más afectada por la crisis y, en consecuencia, la más alejada de los niveles de producción y empleo anteriores a la crisis. Por supuesto, la contribución de los diferentes sectores a esta evolución tan negativa no ha sido homogénea. La más acusada ha correspondido a la construcción que ha reducido su participación en el VAB regional en un 37% y en el empleo un 49%. Por su parte, la industria manufacturera ha perdido un 12% y un 15% de sus cuotas respectivas. En cambio los servicios han registrado ganancias de peso sustanciales en ambos casos, un 11% y un 12%, respectivamente, representando en 2015 el 69% del VAB y el 76% del empleo regionales, con un gran protagonismo del conglomerado integrado por administración pública, sanidad educación y defensa.

Ante estos datos tan asimétricos, parece obvio preguntarse: ¿La nueva distribución sectorial de la producción y empleo, que revelan las cuotas de participación sectoriales, ha favorecido una mejora del rendimiento o ganancia de eficiencia del sistema productivo?

Afortunadamente, los resultados obtenido hasta el momento, utilizando modelos del tipo denominado contabilidad del crecimiento, indican que el enorme esfuerzo realizado por trabajadores y empresas asturianos (reducciones de las remuneraciones, beneficios, empleo, cierres de instalaciones y empresas, cambio de actividad y localización, entre otros costes palpables) en la reestructuración del sistema productivo ha favorecido el crecimiento significativo de la llamada Productividad Total de los Factores, PTF, (capital y trabajo). Lo que significa, esencialmente, que, en promedio, los costes de nuestras empresas se han reducido, sobre todo en términos relativos en comparación con otras áreas económicas nacionales, gracias a una reasignación de los factores productivos más eficiente y, por lo tanto, que hoy son más competitivas que antes de la crisis.

Los datos disponibles muestran que la PTF, también denominada progreso tecnológico, ha aumentado en el conjunto de la economía asturiana durante la crisis a una tasa acumulativa anual del 1,8%, mientras que la correspondiente media española lo hizo en un 1,3%, la de Cataluña en un 1,6%, País Vasco en un 1,2%, y Madrid en el 0,9%. La clave de este crecimiento radica fundamentalmente en la reducción del empleo menos cualificado y en el cierre de muchas empresas surgidas al rebufo de la burbuja inmobiliaria sin un proyecto robusto a largo plazo. Esto parece sugerir el hecho de que, durante la crisis, el saldo negativo de empresas en Asturias se elevó a casi 5.700, de las cuales el 65% pertenecían a la construcción, y el 83% de las mismas eran microempresas (de 0 a 9 asalariados). De tal forma que, en buena medida, la mejoría experimentada por la productividad global no solamente deriva del progreso en las condiciones tecnológicas y económicas de la producción sino que también refleja la desaparición de las empresas menos eficientes.

Simétricamente, es importante destacar los saldos positivos de creación de empresas registrados en ramas de producción vinculadas con el sector tecnológico que aunque, por su tamaño, es modesto aún, tiene un gran interés, en primer lugar, por haberse generado durante un periodo de recesión generalizada y grandes dificultades financieras y, por otra parte, por ser consistentes con la necesidad de modernización de nuestro sistema productivo mediante el aumento de actividades basadas en el conocimiento como factor de producción fundamental. Nos referimos a ramas que como las siguientes han registrado aumentos netos de unidades de producción durante la crisis: fabricación de ordenadores y equipos periféricos, fabricación de instrumentos y aparatos de medida, fabricación de equipos de radiación, electromédicos, fabricación de instrumentos y suministros médicos, programación, consultoría y otras actividades relacionadas con la informática, investigación y desarrollo experimental en ciencias naturales, técnicas y sociales, entre otras actividades de servicios a las empresas. No se puede olvidar que el futuro está en el presente de forma embrionaria y el hecho de que estas actividades se hayan consolidado en circunstancias tan difíciles debería ser evidencia suficiente para suscitar apoyos que propiciaran multiplicar sus resultados lo antes posible.

¿Cómo influirán todos estos cambios estructurales en la recuperación de la producción y el empleo perdidos? Aunque sean muy notables los cambios apuntados, no es probable que la economía asturiana vaya a superar pronto, a corto o medio plazo, su patrón de crecimiento histórico que, como bien sabido, se caracteriza por una menor intensidad en la respuesta al ciclo, sobre todo del empleo, debido a las fuerte indivisibilidades que predominan en nuestro sistema productivo. En ocasiones anteriores, y en estas mismas páginas, hemos tenido la ocasión de describir estos condicionantes tecnológicos, relacionados con las ramas industriales intensivas en capital, con gran presencia en nuestras industrias manufactureras y energéticas, y que determinan que la producción puede variar en intervalos muy amplios sin repercutir en el empleo. De tal forma que el despegue de la producción industrial puede tardar en repercutir sensiblemente en el crecimiento del empleo y en irradiarse al resto de actividades. Por otra parte, el ritmo de crecimiento de la producción industrial asturiana está muy condicionado también con el crecimiento de la demanda de bienes de inversión y bienes intermedios que no acaba de despegar de forma sostenida en el conjunto del país, lo cual puede redundar en la ralentización derivada de las indivisibilidades.

En síntesis, a pesar de que Asturias es la comunidad que registra el mayor retraso en la recuperación del nivel de producción y empleo anteriores a la crisis existen indicadores que permiten afirmar que la nueva estructura económica que está surgiendo de la crisis está consiguiendo importantes avances en el nivel de eficiencia productiva de la economía asturiana y, por lo tanto, mejoras significativas en la competitividad de sus producciones, lo cual, favorece, lógicamente, su participación en la recuperación global de la economía española. No obstante, estas buenas perspectivas deberían reforzarse favoreciendo desde la Administración el crecimiento de las actividades y ramas vinculadas con el sector tecnológico. Sobre todo, es preciso insistir en el hecho de que la principal dificultad que limita el desarrollo de estas empresas es encontrar financiación ya que el alto riesgo relativo que entraña su actividad las penaliza ante un sector bancario ensimismado sus propias dificultades e inexperto en el trato con estos nuevos procesos productivos basados en la explotación del conocimiento científico y tecnológico como activo principal.

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