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Sol y sombra

Saltimbanqui en Bruselas

Puigdemont amenaza ahora con romper la frágil convivencia entre belgas

La ruptura que Puigdemont no ha logrado en Cataluña la va a conseguir en Bélgica, donde su presencia está poniendo en graves aprietos al frágil gobierno de coalición entre valones y flamencos. El efecto destructivo de este saltimbanqui con flequillo parece infinito; su capacidad para distraer conciencias la misma que han manejado a lo largo de la historia otros nacionalpopulistas. Con la ventaja de que la hiperventilación separatista tiene ahora en las redes sociales un aliado formidable.

Charles Michel, el primer ministro del ejecutivo de circunstancias que gobierna en Bruselas, se vio ayer obligado a pronunciarse sobre la presencia indeseable del expresident, diciendo -ya era hora- que Puigdemont debería responder de sus actos. O lo que es lo mismo pagar por lo que ha hecho, ya que responder no cabe en la cabeza de un irresponsable como él. Hasta ahora, Michel había guardado en relación a este asunto la misma languidez de un jefe beduino a la hora de contar los camellos, convirtiéndose en el único líder europeo incapaz de condenar el referéndum inconstitucional de Cataluña para no desairar a sus socios de la extrema derecha nacionalista flamenca. Estos piden el reconocimiento de la república catalana que ni siquiera asumió el propio Puigdemont al renunciar a proclamarla durante el par de horas escasas que duró.

Lo que sí hizo Puigdemont fue fugarse a Bélgica para dinamitar desde allí la débil convivencia política de un país en riesgo de partirse en dos mitades. Michel, si pudiera, ya lo habría mandado él mismo de vuelta a España. Los belgas van a acabar hasta el gorro de este sujeto que no ha dejado por un momento de desprestigiar la democracia y ponerse en evidencia. Si no lo largan pronto, se arrepentirán.

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