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Mi primer año utilizando coche compartido

La experiencia de viajar con sexagenarios, policías, pilotos o agentes inmobiliarios

Hace un año y medio me hablaron por primera vez de Blablacar. Había escuchado opiniones a favor y en contra de este servicio de la llamada "economía compartida" pero no podía decir que lo conociese de primera mano. Lo típico: alguna llamada de un oyente de la radio, algún amigo que se vino de puente "en Blabla" pero todo ideas lejanas y contadas por segundas personas. Al principio llegué a dudar de la fiabilidad de este sistema. ¿Meter a gente desconocida en mi coche? No me fío. Pero poco a poco las noticias que salían sobre la economía compartida me hicieron cambiar de idea. Lo que empezó como una tímida pregunta -el clásico ¿por qué no probarlo?-, acabó con una inscripción en la página web.

La primera vez fue un fracaso. No tenía opiniones. Nadie había viajado conmigo y por tanto nadie podía decir si yo era buen o mal conductor. Ahí ayudó (sí, lo reconozco), tener amigos que ya habían utilizado la plataforma. Ellos me dejaron mis dos primeras opiniones. Pero tampoco bastó con su "genial". La primera chica que había reservado para viajar conmigo de Oviedo a Madrid me dejó tirado.

Viajo habitualmente así que no tardé mucho en tener una segunda experiencia. Y fue mejor (mucho mejor) que la primera. Un profesor de filosofía de un instituto de Gijón, una dobladora -que casualmente ya conocía de la universidad- y una extranjera que se había recorrido todo el norte de España de "mochilera". Ellos fueron mis primeros compañeros oficiales y también los que animaron a continuar.

A día hoy llevo casi medio centenar de viajes en los que he llevado policías, agentes inmobiliarios, amas de casa, militares, periodistas, estudiantes, psiquiatras, enfermeros y hasta pilotos de los que comandan aviones Nunca hubiera imaginado que toda esa gente tan diversa y con circunstancias tan diferentes cupieran en una misma plataforma. Hasta recuerdo uno de los viajes más simpáticos. Era de Gijón a Madrid. Eran las 8 de la mañana de un sábado y en la avenida de El Llano me esperaban un policía y un músico callejero. "Esto va a ser como un chiste porque tú eres policía y yo gitano", soltó el segundo. El viaje fue para enmarcar.

Personalmente yo no he tenido ninguna experiencia negativa. Pero claro, de todo hay. "Todavía recuerdo un señor que fue todo el camino hablándome de la ultraderecha hasta que no pude más y le dije que me dejara en una gasolinera de Burgos", me confesó una vez un chico que llevaba dos años sin utilizar la plataforma por el mal trago que había pasado. "Al final denuncié y la página me puso un tren a Madrid y otro a Valencia que era mi destino final", recordó. Al menos la historia tuvo un final feliz.

Con especial cariño recuerdo también a una mujer de 67 años alto cargo de un ministerio de la que, por discreción, no daré más datos. "¿Te sorprender ver a una mujer tan mayor aquí eh?", me dijo nada más subir al coche. "Una vez estaba escuchando la radio y un escritor de 70 años dijo que había utilizado el servicio y pensé que si él lo había hecho yo también podía", me confesó. Al viaje se unió un joven opositor a educación infantil. La estampa la completaba yo, un periodista, así que hicimos lo que nosotros mismos denominamos un "viaje de letras" en el que destripamos lo divino y lo humano.

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