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Prieto en la Guerra Civil: fundamental aportación a la historia de la contienda

El nuevo libro de Octavio Cabezas, que mañana se pesenta en el Club Prensa Asturiana

En 1975, la editorial madrileña G. del Toro publicaba el libro "Asturias: catorce meses de guerra civil", del que era autor Juan Antonio Cabezas. Natural de Margolles (Cangas de Onís), Cabezas era periodista en aquellas trágicas fechas del diario socialista "Avance" y había sido testigo excepcional de los acontecimientos que relata, moviéndose desde la retaguardia a la primera línea de combate. Tras décadas de una bibliografía dominada por los vencedores de la Guerra Civil, Cabezas ofrecía otra perspectiva muy distinta del desarrollo de la contienda, vista desde el lado republicano y libre del partidismo de otros relatos. Durante bastante tiempo ha sido y continúa siendo una de las referencias inexcusable para el estudio de la Guerra Civil en Asturias, aunque cometa un error de cálculo en su título, pues fueron quince y no catorce los meses que duró el enfrentamiento en nuestra tierra. Error que, por cierto, siguen cometiendo historiadores de oficio que no prometen mucho rigor ante ese lapsus.

Treinta años después, Octavio Cabezas Moro, hijo de Juan Antonio y niño de tres años al producirse la sublevación militar, que quedó atrapado con su madre en Oviedo, publicaba la biografía: "Indalecio Prieto. Socialista y español", casi ochocientas páginas con una exhaustiva información sobre las vicisitudes del líder socialista, ovetense y bilbaíno, que durante medio siglo fue un protagonista de primer orden en la política española, manejando una amplísima información de primera mano conservada en las fundaciones Indalecio Prieto y Pablo Iglesias, además de otras imprescindibles fuentes hemerográficas y bibliográficas. Esta de Prieto, junto con las de Largo Caballero y Negrín, debidas respectivamente a Julián Aróstegui y Enrique Moradiellos, constituyen una trilogía fundamental sobre el trío más destacado del socialismo español y básicas para el esclarecimiento de un periodo trascendental en la historia española.

En la citada biografía de Prieto, la Guerra Civil ocupaba tan sólo dos de los capítulos, unas cien páginas, que nos supieron a poco a los interesados en la guerra, ante el papel tan central que en la misma desempeñó Indalecio Prieto. Las ganas de conocer más, de profundizar en esa materia, son ahora compensadas con el nuevo libro de Octavio Cabezas sobre la actuación de Prieto en la Guerra Civil, mil páginas con una información exhaustiva. Los archivos de las fundaciones Indalecio Prieto, Pablo Iglesias y Francisco Largo Caballero, el Histórico Nacional, el General Militar, el General de la Administración, el Histórico del Ejército del Aire han sido consultados por el autor para dar base documental a lo escrito. Los diarios de sesiones y de la Diputación Permanente de las Cortes Españolas, además de varias publicaciones oficiales como la Gaceta de Madrid, la de la República, los diarios oficiales de los ministerios de Marina y Aire y de Defensa Nacional, además de los principales periódicos ("El Socialista", "El Liberal", "ABC", "Adelante", "Mundo Obrero" y otros) han aportado otro acervo fundamental de datos.

Indalecio Prieto tuvo un protagonismo destacado desde el inicio de la Guerra Civil. Sin ocupar cargo oficial alguno, fue asesor desde el primer momento del Gobierno presidido por el republicano José Giral. Instalado en las dependencias del Ministerio de Marina, cuya cartera también desempeñaba Giral, desplegaba un trabajo inconmensurable. Ramón Lamoneda, secretario de la Comisión Ejecutiva del PSOE por entonces, dijo de él: "Trabaja, trabaja y trabaja. Trabaja como nadie en el mundo. Trabaja de día y de noche. Como a escape".

Cuando en septiembre de 1936 se formó el Gobierno presidido por Francisco Largo Caballero, Prieto se hizo cargo de la cartera de Marina y Aire. Fue el primer ministro español del Aire, un arma que hasta entonces no había tenido la relevancia que adquirió en el curso de esta guerra, verdadero campo de pruebas reales para la siguiente II Guerra Mundial. Con su perspicacia habitual, Prieto pronosticó que "la guerra la ganará quien domine con sus aparatos el aire". Al aceptar Marina y Aire y dejar que Largo Caballero uniera el Ministerio de Guerra a la Presidencia, era consciente de que la división de la dirección militar en dos carteras iba a provocar faltas de entendimiento y entorpecimientos fatales para la rápida resolución de los problemas y el buen discurrir de la guerra, pero con ello Prieto hizo gala de su sentido de la responsabilidad y de la fidelidad al Partido. "No es hora de regateos ni de mezquindades, sino de una gravísima responsabilidad", afirmó. Consciente de la trascendencia de su Ministerio, Prieto impulsó la creación de una completa industria de guerra, con especial atención a la aeronáutica, que aliviara la dependencia del exterior en la provisión de armamento.

En mayo de 1937, tras la crisis del Gobierno de Largo Caballero se formó uno nuevo, cuya dirección se encargó a Juan Negrín, después de que Prieto rehusara asumir tal encargo cuando se lo propuso la Ejecutiva socialista. "Me llevo mal con los comunistas, mis relaciones con la CNT tampoco son cordiales, pero sobre todo el problema de los comunistas es el que más me preocupa", respondió el político asturiano, que propuso para tal función a Juan Negrín. Se encargó entonces de toda la política de guerra, reunificados los dos ministerios anteriores en uno solo de Defensa. Pese a todos sus esfuerzos y a las necesarias medidas organizativas emprendidas desde su nueva responsabilidad, como la creación del Estado Mayor Central, organismo encargado del desarrollo de las directivas del mando y del estudio del plan general de operaciones, Prieto no pudo evitar la caída de Bilbao, el 19 de junio de 1937, su patria de adopción. La pérdida de Bilbao supuso un duro golpe para él, que presentó su dimisión al presidente del Gobierno. Prieto sabía que esta derrota era determinante en la suerte de todo el Norte. La caída de Bilbao significaba, aparte de la primera derrota militar del Gobierno Negrín, una muy importante pérdida en hombres y armamento, pero sobre todo poner en manos de Franco la industria pesada vizcaína, tan indispensable para el esfuerzo bélico, que los rebeldes pondrían rápidamente en marcha.

Cuatro meses después, se produjo el derrumbe total del frente norte, con la entrada de las Brigadas Navarras en Gijón el 21 de octubre de 1937. Cuando apenas habían pasado diez días, Prieto explicaba en una nota pública "Por qué causas y circunstancias se ha perdido el Norte". Tras analizar tanto los aspectos militares como los políticos, concluía: "La síntesis de estas causas es la falta de Mando único, cuya conveniencia reclaman todos, pero que casi nadie respeta". A ello se había unido la impunidad con la que las fuerzas aéreas facciosas habían actuado en la franja cantábrica frente a "las minúsculas fuerzas aéreas del Norte, faltas de auxilio y sólo animadas por un maravilloso espíritu de sacrificio".

Con la pérdida del Norte, el equilibrio quedó definitivamente roto a favor de los franquistas. El golpe personal para Prieto fue terrible. Pese a ello supo recomponerse y organizar la ofensiva sobre Teruel, en diciembre de 1937. El éxito inicial de la misma le hizo afirmar que por primera vez era ministro de "defensa y ataque". La pérdida de lo conquistado poco más de dos meses después volvió a poner en evidencia la desigual proporción de fuerzas entre ambos bandos y desencadenó una terrible campaña de los comunistas contra el dirigente socialista. El 29 de marzo de 1938 Prieto asistió a su último Consejo de Ministros, en el que presentó un alarmante cuadro de la situación, con el que sintetizaba las informaciones que le transmitían los jefes militares a sus órdenes. Ante la falta de combatividad y el desorden de nuestras tropas, y la desproporción de material bélico a favor del adversario, Prieto vaticinó que los facciosos llegarían al Mediterráneo y planteó que se debían tomar ya las medidas procedentes. Esa misma noche, Negrín decidió prescindir de Prieto ante su pesimista visión de la realidad. El 5 de abril de 1938 Prieto fue destituido y Negrín asumió también la cartera de Defensa. Diez días después se cumplió el vaticinio de Prieto y el ejército franquista alcanzaba el Mediterráneo en Vinaroz: Cataluña quedaba aislada del resto del territorio republicano del centro y litoral oriental.

Los últimos meses de Prieto en España, antes de su salida definitiva para el exilio, son analizados en el último capítulo de la obra, que se presenta mañana, día 2 de mayo, a las 20 horas, en el Club Prensa Asturiana, con participación del autor, Octavio Cabezas, acompañado de Alonso Puerta, presidente de la Fundación Indalecio Prieto, coeditora con el Ministerio de Defensa en la edición del libro; coronel Vicente Bravo Corchete, delegado de Defensa en Asturias, y Adolfo Fernández Pérez, director de la Fundación Barreiro.

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