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Manolo Marina, el rey de la publicidad

Los ingeniosos carteles con los que publicitaba el negocio familiar se exponen con gran éxito en Infiesto, aunque su autor los define como "tochures de años mozos"

A la izquierda, Manolo Marina anunciaba la venta del local del negocio familiar y, a continuación, varios de los eslóganes más ingeniosos que colgaba en los árboles del concejo para publicitar su tienda.

Pocos han sabido publicitar con tanto ingenio su negocio como hizo durante años Manolo Marina, convirtiéndose casi en un poeta de lo cotidiano. Sus carteles, escritos a mano, generalmente en negro y rojo, no pasaban desapercibidos ni en la forma ni en el fondo, como tampoco dejaban indiferentes a nadie. Era raro que el lector no echara una sonrisa con su lectura.

Ahora, después de que el negocio de alimentación, calzado y paquetería que heredó de sus padres cerrara hace 15 años algunos de aquellos carteles artesanales y caseros, pero llenos de chispa, se exponen en la cafetería Alpaca de Infiesto. Sus dueños, Roli Alonso y Joaquín Diego, se encargaron de ir recopilándolos. La muestra se inauguró ayer y por la aceptación que está teniendo entre el público colgarán de las paredes de la cafetería unos dos meses.

Los hay tan buenos como el que dice: "regalamos el pie izquierdo, al comprador del pie derecho". Aunque con el paso de los años, Marina matiza que debería haber escrito: "Regalamos el calzado del pie izquierdo, al comprador del pie derecho". Pero sus lectores se lo perdonan porque es un lapsus que no interfiere en la originalidad del eslogan. El que siempre escribía bajo el nombre del negocio, "Eduardo Marina", como se llamaba su padre, era "Ponga sus pies en nuestras manos". Es el que más le gusta a su autor porque "dice todo lo que tiene que decir, está logrado y juega con el contraste".

Marina tampoco olvida la primera rima que se le ocurrió para incrementar las ventas: "Mucho aroma, buen sabor, café Marina es el mejor". Otro juego de palabras que permanece en la memoria de muchos piloñeses es el de "Precios locos para gente cuerda" o "Estos no son precios, son desprecios".

A pesar de la gracia e ingenio que desprenden cada una de sus frases, Manolo Marina, con buen manejo de la pluma, le resta importancia: "Son tochures de años mozos", explica con una sonrisa, la misma que sacan al lector sus textos. Aunque reconoce que "generalmente uno no aprecia lo suyo como el resto de personas" y de ahí que hayan sido sus vecinos Roli Alonso y Joaquín Diego quienes valoraron y dieron la importancia que se merecen a estos eslóganes publicitarios porque, en el fondo, forman parte ya de la historia de Piloña y de la memoria de muchos vecinos. La prueba es el éxito que tiene esta muestra, que sus promotores llevaban tiempo con intención de colgar.

Hace unos años que sus padres, Eduardo Marina y Carmen Fernández, fundaron el negocio familiar en la esquina de las calles Covadonga y San Miguel. En aquellos años no era una zona tan transitada y había menor concentración de comercios, por lo que había que ingeniárselas para darse a conocer y atraer a clientes.

Manolo Marina, lo supo hacer con el gancho de sus carteles publicitarios, que empezó grapando en los árboles, no sólo del paseo de Infiesto, sino de los pueblos de medio Piloña. Elegía los que estaban junto a la carretera porque de aquella "se caminaba mucho". Su esposa, Mari Carmen Pérez, atendió el negocio y él lo compaginaba con su trabajo en un banco. Por las tardes viajaba por media Asturias con el catálogo de su almacén de calzado.

Su eslóganes llegaban hasta Ceceda (Nava). De ahí que María Jesús Reguero fuera a ver la muestra en cuanto se enteró. "Me acuerdo que tenía todos los árboles de la carretera de Ceceda acribillados y siempre los leía". Además, era clienta de la tienda y recuerda que las primeras botas de caña que tuvo las compró en Eduardo Marina. Reconoce que los carteles "siempre se comentaban" en el pueblo. No obstante, a su autor le llegan ahora más comentarios que entonces. Al repasar parte de ellos se ha llevado "sorpresa" porque algunos se le habían olvidado y "hasta vergüenza porque hay frases que no tienen sentido, pero nos fue útil."

Manolo Marina indica que a través de un programa de radio tomó conciencia de que clavar las grapas podía ser una agresión para el árbol, así que ideó un sistema con un cordel unido con dos clips y una goma para colgar su publicidad. Siempre ha sido un hombre comprometido con su ideología, por lo que no pudo reprimir que la política aflorara en sus carteles con un juego de palabras para vender "botos": "¡Un hombre, un "boto!" Bueno, mejor dos, pues no se trata de votar sino de calzar". Y cuando pusieron en venta el local buscaba "un comprador de entre 18 y 98 años, de cualquier raza y con un capital mínimo de 81.400 euros".

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