Enrique del Portal es una leyenda de la zarzuela, el género lírico español. El cantante y actor madrileño nació para el escenario. Dice que «nunca ha hecho otra cosa». Asegura que la zarzuela se mantiene con su base original, que se remonta al siglo XVIII. Y con eso al género le sobra para sobrevivir al paso del tiempo. Del Portal se ha llevado un premio «Teatro Campoamor» por su Don Generoso en «La Rosa del Azafrán», producida por Sotosevilla, la compañía que lleva su esposa, representada en el Palacio Euskalduna de Bilbao en agosto de 2007. El artista ha coincidido con los más grandes y se ha curtido en escenarios de España y Sudamérica, «donde nos adoran, aunque ahora hay menos difusión de la zarzuela», anota Del Portal.

-¿Ha logrado sorprenderle esta distinción tras más de cuarenta años sobre las tablas?

-Casi me da el síndrome de Stendhal. Entre la sorpresa y la satisfacción me quedé sin habla, como le pasó al escritor en Florencia. Tengo otros premios, como el «Federico Romero» de la SGAE, pero este galardón es especial porque hace aflorar muchos recuerdos. Debuté a las órdenes de Mendoza Lasalle en el teatro de la Zarzuela de Madrid en 1962. El mismo año la compañía desembarcó en el Campoamor. Una vez tras otra he repetido en este teatro, hasta hace unos años, cuando pasé de primer tenor a primer actor.

-¿Cómo vivió ese paso?

-Yo nací para el teatro siendo tenor. Mi ansia era subir y cantar «Los Gavilanes» o «La Tabernera». Mi segunda mujer me abrió el camino de la verdad y del amor. Me cambió el rumbo en la zarzuela. Apenas me costó. Con los años que llevo encima, tan sólo fue una transición nostálgica.

-Su hijo, Enrique Ruiz del Portal, continúa la saga.

-Empezó a mi lado de pequeño. Yo le aconsejaba precaución, porque se metía en un mundo en el que no dejas de estudiar. «No seas mediocre. Lo que hagas, que sea a conciencia», le decía yo. Su vocación por el teatro ganó a la Psicología. Él sigue la vis de tenor cómico. A veces le sobra voz y acoge otros papeles protagonistas.

-¿La zarzuela ha evolucionado en estos cuarenta años?

-Sí, pero de una forma muy lenta. Cuando yo empezaba en el mundillo había artistas de edad avanzada. Se comentaba ya entonces la retahíla de que la zarzuela tenía fecha de caducidad. Ha tenido temporadas de descanso, pero nunca ha muerto. Como el ave Fénix, la zarzuela resurge poderosa y fuerte de sus cenizas. Es un género potente, que nació por y para el público. Pero su base ideológica y natural sigue siendo la misma. Aunque cada vez aparece más embellecida.

-¿Las innovaciones en la ópera se viven en la zarzuela?

-Hasta en las grandes producciones se mantiene la esencia primitiva de las obras. La música y la historia es lo fundamental en la zarzuela. Lo preocupante es el hecho de que, hoy día, los empresarios que ofrecen el teatro o el lugar donde se emplaza el espectáculo lírico impongan muchas pautas. La zarzuela puede responder perfectamente a los cambios que imperan en la sociedad y sobre los escenarios, a través de su contexto formal, que siempre tendrá su actualidad.

-¿Existe un mercado de zarzuela teniendo en cuenta las compañías y grandes coliseos?

-En España hay media docena de compañías que funcionan, aparte de los grandes teatros. Montar un espectáculo tiene riesgos. Pero estas compañías nunca pierden. He visto entre el público besos furtivos entre parejas jóvenes de enamorados y esos gestos son el mejor aliado para la continuidad de la zarzuela. Contra lo que dicen, yo veo una buena parte de público joven interesado en este género, que se ha visto injustamente como el hermano pequeño de la ópera. Volviendo al tema de las compañías, éstas han ganado en número, gestión y buenos contactos, con representantes implicados que se mueven dentro y fuera de España. Como empresarios, las compañías buscan vender un espectáculo y ofrecen la calidad que les permiten sus medios. La competencia depende del hecho de que los organizadores programan según el desembolso que hacen sus bolsillos, no según la calidad del producto.