J. N.

José Tartiere Lenegre, quizá el principal capitán en el exitoso proceso de industrialización de Asturias, pertenecía a una familia procedente de la región de la Auvernia francesa. Nació en Bilbao, el 21 de noviembre de 1848, y desarrolló una impresionante carrera empresarial y social.

Fundó la Sociedad Santa Bárbara, centrada en su orígenes en la producción de pólvora y munición para el fusil Mauser en la época en que España mantenía su guerra en Cuba. Su vocación de líder lo llevó a ir más allá, y promovió el Batallón de Voluntarios del Principado.

Tartiere fundó, asimismo, la Unión Española de Explosivos, la compañía Vasco-Asturiana de Arrigorriaga, de dinamitas y ácidos; la Vasco-Andaluza-Asturiana de Bonanza, Cádiz, también para producir dinamitas; la Refinería de Petróleos de Gijón, la Sociedad Industrial Asturiana, pieza clave de la industria del Principado, que reunía las factorías de acero de Moreda y Gijón; la fábrica de metales de Lugones y las minas de Aller; la Compañía Avilesina de Navegación y la Sociedad General de Industria y Comercio. También estuvo en el origen accionarial de la Sociedad Popular Ovetense, que realizó la traída de aguas a Oviedo, y proporcionó el suministro de gas y electricidad a la capital asturiana, ya que fundó con Herrero y Vaquero Hidroeléctrica del Cantábrico. Con Víctor Chávarri construyó el ferrocarril Vasco-Asturiano, y en el ámbito de las finanzas fundó el Banco Asturiano.

Como otros líderes de la industrialización, comprendió que los avances materiales y el progreso estaban indisolublemente ligados a la preparación cultural y técnica de los ciudadanos, así que Tartiere se interesó vivamente por la educación popular y, entre otras actividades filantrópicas, fundó en Cayés y en Lugones un modelo de escuelas siguiendo las fecundas ideas pedagógicas del padre Manjón.

En el año 1903 fue nombrado hijo adoptivo de Oviedo, y el Rey Alfonso XIII le concedió el título de conde de Santa Bárbara de Lugones en 1921. Asimismo, el 27 de octubre de 1924 el Gobierno francés le impuso las insignias de la Legión de Honor.

Cuando falleció, el Ayuntamiento de Oviedo colgó, como homenaje, en uno de sus salones el retrato de Tartiere.

En 1933 se erigió en Oviedo, en el paseo de los Álamos del Campo San Francisco, un monumento en su memoria, obra de los escultores Víctor Hevia y Manuel Álvarez Laviada.