Ch. NEIRA

La recesión económica actual, con ser profunda y ejemplar para el rediseño de las estrategias del equilibrio global, no es ni una excepcionalidad histórica ni una depresión similar a la de los años treinta. El veterano periodista y economista Joaquín Estefanía analizó ayer minuciosamente las esquinas del delicado momento económico mundial en su conferencia «Crisis económica mundial» dentro del ciclo «Ética, sociedad y saberes del tiempo presente» que organiza el Instituto Adolfo Posada y patrocina LA NUEVA ESPAÑA.

La directora de estas sesiones, la catedrática de Filosofía Amelia Valcárcel, introdujo al conferenciante y al coordinador del debate posterior, el ex rector de la Universidad de Oviedo Juan Vázquez, y dio paso a Estefanía, que comenzó su reflexión con un recordatorio del crack del 29 para concluir que al volver a ver las imágenes de miseria de aquellos años, con un lago de Central Park drenado y convertido en campamento de arruinados, uno se hace una idea clara de que «esta crisis, con ser profunda, tiene poco que ver con la de hace ochenta años».

Joaquín Estefanía aprovechó este arranque para detenerse en lo que diferencia la crisis actual de la de los años treinta y trazar, así, una radiografía del momento actual. En esta crisis ha habido «una respuesta de la administraciones más pronta», aunque con distinta calidad en según qué parte del planeta, se ha producido en un momento histórico en que «ya no hay una alternancia ideológica al capitalismo», tampoco hay «políticas de perjuicio al vecino, aunque sí proteccionismo de baja intensidad» y en una parte del mundo el grado de bienestar, inexistente hace décadas, frena el golpe.

A pesar de todo, Joaquín Estefanía también concedió, al menos como posibilidad, que esta crisis «profunda, larga, que dura ya dos años y pico pueda ser analizada como una continuación de ese siglo XX que decían tan corto porque había acabado con la caída del Muro».

Antes de analizar qué pretenden hacer los gobiernos, el periodista hizo un rápido resumen de las etapas de esta crisis. Aunque no quiso aventurarse a hablar de ninguna recuperación ni de fin de ciclo, admitió que «ya no parece que haya un problema financiero grueso en el planeta, ya no es aquel desastre que parecía que podía ocurrir en septiembre de 2008, ya no estamos bajo el temor y peso de que el mundo se acabe».

También apuntó en el capítulo de novedades una interesante relación entre crisis y cambio climático, y aseguró que «cada vez más se comprueba que el futuro del clima marca el límite del desarrollo».

En la recta final de su exposición, Estefanía detalló los distintos escenarios de toma de medidas para salir de la crisis, donde la legitimidad (la ONU) se ha visto sustituida por la eficacia (los grupos G, el G-20), donde también ha surgido el nuevo club de los países emergentes (el BRIC de Brasil, Rusia, Indica y China) y donde se ha comprobado que «no se puede salir de esta crisis sin Estados Unidos, pero tampoco sólo con ellos».

En el resumen, Estefanía reclamó cambios estructurales que atajen el origen del actual contexto económico y que tienen que ver con el equilibrio. Es necesario, concluyó, que exista ese equilibrio entre el Estado y el mercado, pero también, como están haciendo la mayoría de gobiernos, «pactos transversales, globales, regionales y nacionales». Sólo así, vino a decir, se podrá salir de la crisis con enseñanzas y provecho.