Mezzosoprano, interpreta el papel protagonista de «Ariodante»

Pablo GALLEGO

El estreno el lunes de «Ariodante» marcará el debut operístico en España de la mezzo inglesa Alice Coote. «El Campoamor me parece un teatro precioso, ideal para una ópera como ésta», asegura Coote, que ha labrado su carrera artística con una voz capaz de unir las endiabladas arias barrocas de Haendel con melodías de Debussy, Mahler o Britten. Ahora se la prestará a Ariodante, caballero protagonista del tercer título de la Ópera de Oviedo, patrocinada por LA NUEVA ESPAÑA.

-¿Le resulta difícil interpretar a un hombre en escena?

-En absoluto. En realidad, es algo que he hecho desde el inicio de mi carrera. Mi primer papel fue Cherubino en «Las bodas de Fígaro», y los papeles masculinos se han convertido en una constante en mi carrera, mi voz se adapta bien a ellos.

-¿Le basta con ponerse el traje y ya está o requiere cierto trabajo psicológico del personaje?

-Ambas cosas. Físicamente tienes que cambiar tu figura, tu forma de caminar, moverte sobre el escenario de otra manera. Al terminar la función me duelen músculos distintos a los que me duelen cuando hago papeles femeninos. Y mentalmente debo ser más dura y directa.

-¿Soñó alguna vez llegar al lugar que ocupa hoy?

-¿Sinceramente? Sí. Desde que era una niña y con catorce años cantaba en la cocina mientras mi padres veían la televisión. He luchado mucho para llegar donde estoy, porque sabía que el camino era muy complicado, pero nunca pensé que sería capaz de afrontar papeles con arias tan difíciles como las de este personaje.

-El premio tiene también sus partes menos buenas.

-Desde luego, y es algo sobre lo que pienso mucho últimamente. Me he dado cuenta de que he pasado los últimos quince años de mi vida lejos de casa. Literalmente.

-¿Le da tiempo a deshacer la maleta en cada destino?

-En realidad, no. Lo que hago es abrir la maleta en el suelo de la habitación, e ir sacando y metiendo ropa. Ahora mismo no estoy segura de querer que los siguientes quince años vuelvan a ser así. Tendré que planificar mi carrera de otra forma, más inteligente quizá, para no volverme más loca de lo que ya estoy (ríe). Pero siempre aceptaré papeles como éste.

-¿Qué tiene de especial el joven Ariodante?

-Además de unas arias de tremenda belleza, de las más bonitas que se han escrito jamás, es un personaje bueno. Que confía y cree realmente en el amor a pesar de las dificultades que le ponen en el camino. Y eso es lo que Ariodante nos enseña, que si realmente creemos en algo acabaremos encontrando la forma de conseguirlo.

-Debuta en Oviedo con dos pesos pesados en este repertorio, Andrea Marcon y David Alden.

-La producción es fantástica. Tiene estilo. No es porque él esté aquí, pero para mí David Alden es un genio. Le adoro. Hace de una obra tan compleja como ésta algo divertido, accesible, lleno de acción y dramatismo. Sólo podrías encontrar algo así en los teatros londinenses del West End.

-¿Y Marcon?

-Es un maestro del Barroco, y con él he descubierto nuevos matices en las arias, más dramáticos. Cercanos a como podría haberlas cantado el propio Carestini.

-Su último disco de lieder ha recibido críticas magníficas. ¿Prefiere la soledad del piano a la complejidad de una producción como ésta?

-En realidad es lo mismo. En la ópera cuentas con una escenografía y un vestuario que te ayudan a dar vida al personaje. Pero en el recital tienes que crear la misma ilusión sólo con tu voz y la música del piano.

-¿Celebrará el éxito de «Ariodante» de una forma especial?

-Es un papel agotador. De los que te hacen sudar. Está lleno de magia, pero que requiere muchísima energía. Que pongas en él todo el corazón. Así que cuando termina la función lo único en lo que pienso es en relajarme un par de horas y tomar una taza de té.