Chus NEIRA

Hace ya siete años que Gerardo Herrero (Zamora, 1979) dejó su ciudad, Oviedo salvo el accidente geográfico de su nacimiento, por su ingreso en la prestigiosa ECAM (Escuela de Cine de Madrid). Ahora, acabada ya la carrera, ingresado en el mundo audiovisual, con varios trabajos a la espalda, regresa para poner de largo lo que considera su primer largometraje de autor, su presentación definitiva como director. «Picnic», una fábula antibelicista de paisaje onírico, se proyecta el sábado a las 20.15 horas en el teatro Filarmónica. Ayer presentó la proyección arropado por Cajastur (que becó el proyecto) y por el director de la Filmoteca de Asturias, Juan Bonifacio Lorenzo.

-¿Cuándo empezó su vocación audiovisual?

-Los primeros pinitos ya los hice aquí, nada serio, con los amigos, con el súper 8. Tendría 13 años. Pero, claro, tener una cultura de cine aquí era complicado. Hasta los 17 no entré en contacto con el cine en toda su variedad. Y luego con 23 años entré en la Escuela de Cine de Madrid.

-¿Es fácil acceder a la Ecam?

-No, nos presentamos entre ochocientos y novecientos para 12 plazas, y sólo acaban unos 8. Fueron años que estuvieron bien. En especial por los contactos que haces. A nivel creativo, la Escuela es un arma de doble filo, porque hay muchas interferencias, muchas normas que te limitan.

-¿No hizo su corto fin de carrera?

-Sí, en 2007, «Del blanco al negro». Es un trabajo que funciona, está bien, pero lo hice para que me lo aprobaran. Quiero decir que mi idea fue siempre tener una carta de presentación más agresiva, hacer un poco más de ruido. Lo más importante es que el público reaccione, que lo amen o que lo odien, pero no hay nada peor que pasar desapercibido.

-¿A qué se ha dedicado desde entonces, siguió en el sector?

-Empecé a trabajar en la productora Telespan, que ha hecho «Días de fútbol» y «El otro lado de la cama». Realicé videoclips, redacté guiones, me han comprado alguno para una comedia, y ahora voy un poco más por libre aunque sigo trabajando con ellos.

-Y en medio aparece «Picnic».

-«Picnic» es el resultado de dos cosas. Una era, una vez acabada la escuela de cine, la idea de hacer de una vez el corto que quería. La otra fue encontrarme con la obra de Joe Sacco en un salón del cómic de Madrid. «Gorazde: Zona protegida». Me impactó, no había muchas películas sobre la guerra en Bosnia, aunque sí estaba la de Tanovic («En tierra de nadie»), y me decidí.

-¿Una locura?

-Eso me dijeron muchos. Había amigos que me sugerían «si vas a hacer una película sobre minas, ¿por qué no en la Guerra Civil?». Pero es que estoy harto de la Guerra Civil. Descubrí a través de Sacco la localidad de Grebak, plagada de minas antipersona. Y decidí situar la historia allí.

-Aunque la historia es bastante universal.

-Sí, me interesan las historias oscuras y claustrofóbicas. «Picnic» tiene casi un tono de pesadilla. Ese es el tipo de cine que me gusta, como el de Polanski. Así que se me ocurrió esta historia de supervivencia pero que no habla de las minas antipersona, habla de la guerra, de cómo la guerra destroza pasado, presente y futuro de las personas. Había varias opciones para situar el relato porque me parecía importante ser coherente con la localización, no cometer errores. Al final escogí Bosnia y me documenté, pero desde luego el discurso es mucho más amplio.

-Pero la guerra de Bosnia ya ha pasado en su historia, la acción se sitúa años más tarde.

-Era importantísimo que la acción discurriera en un período no bélico, porque se trata de plantear una situación cotidiana y reconocible. Todos hemos ido de picnic al campo. Conectas con lo que está en juego. En cambio eso no hubiera sido así si estuviera ambientada en un período bélico o si hubiera optado por ambientarla en la Guerra Civil española.

-Optó por un guión casi sin diálogos, introducido por una voz en off. ¿Por qué?

-No estaba en las primeras versiones. Fue surgiendo, y creo que fue un acierto. La voz en off hace que entres de lleno en la historia. Te sitúa más. Le da más fuerza. Hay que tener en cuenta que no es un cortometraje de acción, es la historia de una familia que se va de picnic.

-Y además decidió rodar el corto en serbio.

-Para creérmelo. Yo, el primero. Hoy en día ves las películas de rusos hablando español con acento ruso y te saca totalmente de la historia. Era difícil, pero localicé a un traductor, que había trabajado en otros proyectos audiovisuales de socios y él mismo acabó haciendo la voz en off.

-Y encontró a Sveta Zhukovska, ucraniana, para el papel protagonista.

-Llegué a pensar en ir a Belgrado a buscar actores, pero encarecía mucho el proyecto. Al final la descubrí casi a última hora en YouTube. Encontré «Miente», el cortometraje de Isabel de Ocampo, y a través de la directora contacté con ella.

[Sveta, al lado del director, confiesa que sigue con su otro trabajo, camarera en Salamanca, a pesar de que aquella primera incursión en el cine dio un «Goya» a «Miente». Este «Picnic» es su segundo trabajo cinematográfico, y aunque Ucrania no es Bosnia, la primera lectura del guión le emocionó. Se le saltaban las lágrimas]

-Por último, añadió animales y niños en el rodaje. ¿Le parecía poco complicado?

-En el fondo me había planteado hacer todo lo que me habían dicho en la Escuela de Cine que no se debía hacer: rodar en exteriores, con animales, con efectos especiales, con niños, con un bebé. Cuando dije que quería rodar con un lobo me dijeron que estaba loco. Al final se pudo hacer. Y estoy convencido de que cuanto más arriesgas, más te recompensa la película. Esta ya lo ha hecho y todavía no ha ganado ningún premio. Además, la aparición del lobo en la historia me parecía un gran final, convierte la tensión en algo prácticamente insoportable.

-¿Satisfecho?

-Sí, mucho. El rodaje, en la sierra de Madrid, fue duro, dimitieron los ayudantes de dirección, tuve que hacer de todo, teniendo en cuenta que además del director era el productor. Pero ha merecido la pena

-¿Nuevos proyectos?

-Estamos ya cerrando el guión de mi primera película. E intentaré rodarla aquí.

-¿Se puede adelantar algo?

-Bueno, será una película de misterio. De misterio aunque una peli pequeñita y con un punto muy cañero.