El último concierto del ciclo en memoria de Alfredo de la Roza fue uno de los más especiales de su sexta edición. Más que nunca, la música fue vehículo para transportar el alma sin falta de las palabras. Veintidós oraciones musicales, en la cítara de sor María Covadonga Querol de Bascarán, representaron un paso más en el camino de un ciclo de música sacra que ya se distingue por su amplitud y originalidad. El hombre que busca, que camina, que sale al encuentro de Alguien. Éste es el lema de su última edición, dedicada al peregrinaje a Santiago. Ciertamente, el sentido de comunidad y el viaje espiritual estuvieron implícitos en el concierto del pasado viernes, como cualidades afines al tema que engloba este ciclo.

Por primera vez, la música para cítara inundó la capilla del Monasterio de San Pelayo. Fue, además, la primera colaboración en el ciclo musical entre la congregación benedictina y la Escolanía San Salvador. Ambas están unidas por el maestro De la Roza, que, como señaló la abadesa en su bienvenida, forma parte de la historia de la comunidad benedictina, como sacerdote y músico. En este sentido, todavía muchos salmos, de música sencilla y profunda, resuenan en las celebraciones religiosas del monasterio. Esta vez, obras contemporáneas para cítara recrearon pasajes de textos bíblicos y temas de inspiración patrística.

Así, veintidós oraciones musicales fueron representadas por veintidós velas sobre el altar que enmarca las reliquias del mártir, en el acto de elevar y purificar las melodías. Querol de Bascarán interpretó obras breves y directas, de melodías custodiadas por estructuras arpegiadas que las hacen ganar trascendencia, a través de armonías ricas y sencillas. De este modo, las melodías aparecieron infinitas, imperecederas en el tiempo, rompiendo las leyes de la propia música. Una música que invitaba a la paz, a la serenidad, en armonía con la propia Regla de San Benito.

El programa del recital, a cargo de la monja benedictina, estuvo integrado por obras de la nueva literatura para cítara de acordes sobre tabla, diseñada en el siglo XIX. Este modelo de cítara es también conocido como psalterion en la Abadía d'En Calcat en Francia, que se ha convertido en un centro para la creación de instrumentos y partituras, y su difusión. Así, la cítara de acordes es típica d 1e la vida monacal francesa desde 1960, de forma que los monjes han restaurado el antiguo uso espiritual del instrumento en el acompañamiento de los salmos -de ahí su nombre-. Sor María Covadonga Querol de Bascarán quedó fascinada con el sonido de esta cítara y decidió formarse en el instrumento con la teresiana Carmen Cañada, antes de perfeccionarse con Maguy Gérentet en Francia. Precisamente, en el concierto pudieron escucharse obras de Gérentet, Godard, Berthier, Oberson, Carmelo de Luçon, Patrice y Claire David, propias de esta escuela francesa. Además, fue todo un privilegio poder escuchar el concierto desde el trascoro del templo, espacio que permanece habitualmente cerrado y que alberga los cantos gregorianos de las religiosas, el órgano y la cítara del monasterio.

El programa del concierto se completó con improvisaciones sobre los diálogos entre San Benito y Santa Escolástica, que rompieron, sólo momentáneamente, la calma por la intención descriptiva de la música. El recital se cerró con «El canto del pastor», obra compuesta por sor Ángeles Álvarez, con quien Querol de Bascarán colabora en la dirección de la Escuela Cantora de San Pelayo, más dos propinas. En estas últimas obras se sumaron a la interpretación Gaspar Muñiz, responsable musical del ciclo, y la propia Ángeles Álvarez, que añadieron la lira y el metalófono a las melodías.

La sexta edición del ciclo se cerrará en su sede habitual, la parroquia de San Isidoro el Real, el próximo viernes, con un concierto en el que la Escolanía de San Salvador ofrecerá una reinterpretación del canto gregoriano, desde una óptica contemporánea.