En la iconografía religiosa es muy frecuente la Navidad, y en esto Oviedo cumple plenamente. En la Catedral, como templo mayor, hay abundantes representaciones del nacimiento, y en el extraordinario retablo en el que se representa la vida de Cristo aparece una primorosa escena, a la altura de la mirada de quien la contempla, cargada de viveza y detalles que hacen aquello cercano en la impresionante evocación. No nos extraña que la lotería nacional, esa que no suele aterrizar en Oviedo con el «gordo» de Navidad, haya decidido un año reproducir en los billetes esa escena navideña. Sin embargo, no deja de ser chocante la relación entre la lotería nacional y las imágenes religiosas, ya que «dineru nun paret», y no debemos olvidar que Cristo echó a los mercaderes del templo.

En la Catedral hay una gran capilla dedicada a Santa Eulalia, patrona de la diócesis, que acaba de celebrar su fiesta, y muy cerca de esa capilla hay otra, la llamada de los Vigiles, que corre distinta suerte, llevando como lleva años pendiente de necesaria restauración. Todo es frío allí, la luz llega fría desde el lucernario y alumbra tímidamente el altar, en el que unos relieves sobre la vida de Cristo en mármol blanco aumentan la gélida sensación del conjunto. Allí aparece un frío nacimiento en el que nadie repara. Nadie se acerca por allí a contemplar la fría belleza que contrata con la calidez de otros altares. La capilla está cerrada con rejas que no se abren y los bancos que separan aquella zona de la nave lateral están curiosamente colocados hacia afuera, dando la espalda al altar al que se deben, en expresiva demostración de falta de uso y de respeto a un lugar que lo merece.

Ahora que se acercan los Reyes Magos -qué lástima que no lleguen de verdad un día al año- se nos ocurren muchas cosas que pedir para la ciudad y una de ellas es la restauración respetuosa de la capilla de los Vigiles, que sigue esperando.

Y ya que andamos por la manzana de oro de la Catedral, a ver si los Reyes Magos tienen llave que nos permita entrar, por fin, en el Museo Arqueológico. Y para fray Benito Jerónimo Feijoo pedimos, una vez más, la restitución de su celda, que aunque no fuese rigurosamente auténtica nos evocaba un siglo XVIII muy nuestro.

Si quieren darse una vuelta por la capilla de los Vigiles, para contemplar su fría belleza y su triste estado, lleven una moneda de medio euro. Con ella se enciende la luz y se puede ver el cartel en que se explican datos de aquella obra de arte, hoy olvidada.

Quizá parte de la culpa de la situación se deba a la orientación, al Norte, la misma que hizo que durante años las vidrieras orientadas allí estuviesen muy deterioradas, hasta el punto de haberse tapiado, hasta que la mano generosa de don Luis Muñiz Miranda, ovetense y amante de los ovetenses, financió su restauración en 1923. Costó aquel arreglo 125.000 pesetas de entonces y duró hasta que los desastres de los años treinta volvieron a cebarse en aquella frágil belleza.