D. ORIHUELA

«Cuántos recuerdos bonitos». Lo dijo ayer Estrella Morente con la mirada perdida desde el escenario de la plaza de la Catedral. Cuánta belleza y cuánta tristeza. Ése era el sentimiento del público. No hacían falta más explicaciones, aunque sí hubo algún «yo quiero mucho a Asturias», y un «Viva Asturias, de verdad, olé». La respuesta llegó desde el público, con el mismo sentimiento: «Viva tu padre».

Enrique Morente se despidió ayer de Oviedo y lo hizo por boca, corazón y alma de su hija Estrella, y por obra y gracia de unos músicos como Pepe Habichuela, que acompañaron al padre y ahora arropan a la hija.

Estrella estaba muy vinculada musical y personalmente a su padre, que da nombre a la única peña flamenca que hay en la ciudad. Cada vez que el genial cantaor actuó en Oviedo lo hizo acompañado por su hija, que quizá por eso ayer notó más su ausencia.

El público ovetense se mostró fiel a la saga Morente y compartió el quejío flamenco de la cantaora, que en la primera canción se desabrochó el cuello de la camisa, blanca. La primera parte de la actuación fue intimista, con la cantante sentada y vestida de negro. Más adelante, cambió el traje por un vestido blanco y lució una colección de mantones. Cerró su concierto con el «Ay, pena, penita, pena» de Lola Flores.

La música del Sur siguió presente en la plaza de la Catedral con «Camela», que reunió a su legión de seguidores -algunos cogieron sitio ya por la tarde- y animó la noche con su sonido de rumba.