La avería en el colector de Ventanielles y el derrumbe de la bóveda gótica de la red de aguas fecales y pluviales me trajeron a la memoria el recorrido alucinante, no tan hediondo como pudiera parecer, que realicé por «subParís», a través de las encrucijadas de su alcantarillado, para conocer el barrio de Erik, el fantasma de la Ópera (la obra de Gaston Leroux), para visitar los refugios de la Guerra Mundial y los pasajes de «La cloaca y sus sorpresas», que leí en «Los miserables». Dice Víctor Hugo que la historia de las ciudades se refleja en sus cloacas. Sugiero que a las rutas turísticas de Oviedo (lo vi también en Sigüenza) se añada una incursión por las alcantarillas, por ejemplo, las del Bulevar de la Sidra, las del Ayuntamiento... No va con segundas, lo que hay en los bajos fondos uno ya se lo huele; lo digo... qué sé yo, por cambiar de aires y aprovechar la infraestructura.