Director de orquesta mexicano de origen asturiano

Javier NEIRA

El maestro Carlos Miguel Prieto, titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de México, dirigirá mañana, viernes, a la OSPA en el auditorio Príncipe Felipe con un programa ruso. A lo largo de la entrevista Prieto repasa sus raíces asturianas, con orígenes familiares en Bueño. Su abuelo, el abogado Carlos Prieto, emigró a México y se convirtió en uno de los más destacados industriales y financieros del país mientras continuaba su pasión musical. Su padre es un excelente violonchelista.

-De vuelta a casa.

-Cierto. Mi abuelo nació aquí, en la calle Uría. Procedemos de Bueño de muchas generaciones atrás. Una de mis abuelas era francesa nacida en Gordejuela, cerca de Bilbao. Estuve dirigiendo en Bilbao hace unos meses. Gordejuela es ya una ciudad dormitorio. Su padre se trasladó a La Manjoya, a la fábrica de explosivos. Tocaba la viola. Mi abuela Cécile tocaba el violín y su hermano el chelo, así que necesitaban un violín para formar un cuarteto. Mi abuelo estudiaba Derecho en Oviedo y era un buen violinista, semiprofesional. Trabajaba un poco en la orquesta para pagarse sus estudios. Cuando nació, su padre ya había fallecido. Total que mi abuelo entró en esa ecuación para constituir el cuarteto. Y sigue el cuarteto, estamos en la cuarta generación. Ahora lo formamos mi padre y su hermano, chelo y viola, mi primo, primer violín, y yo, segundo violín. Cuatro generaciones después el Cuarteto Prieto sigue tocando con mucho amor y competencia.

-María Teresa, su tía abuela, fue una destacada compositora.

-Mayor que mi abuelo, era, sin embargo, como su hermana pequeña. La conocí muy bien. Tuvo como maestros a grandes compositores mexicanos como Ponce y Chávez. En los años cuarenta contó con un entorno musical muy favorable. La guerra en Europa benefició especialmente a los entornos culturales de Buenos Aires, Río, São Paulo y México.

-Por ejemplo.

-Stravinski estuvo en la casa de mi familia muchas veces y lo mismo Copland o Carlos Chávez, que fue el fundador de la Orquesta Sinfónica Nacional de la que soy titular desde 2007. También creó el Instituto Nacional de Bellas Artes, que es como un Ministerio de Cultura. Celibidache fue durante cuatro años el encargado, más que titular, de la orquesta.

-Usted parece de EE UU.

-Sí, pero veo a muchos asturianos aquí que también son así. Desde chico en México creían que era de EE UU. Quizá sea la sangre francesa, dicen que me parezco a mi abuela Cécile Jacquet. De los cuatro abuelos dos eran asturianos. El padre de mi madre, Luis Prieto Bances, fue el arquitecto de la iglesia que está aquí al lado.

-La de San Francisco de Asís.

-Eso es. Trabajó mucho en la renovación de numerosos edificios de Oviedo. Mi otra abuela es de Madrid, así que tres cuartos españoles y la mitad, asturianos.

-¿Nació condicionado hacia la música?

-Mis inquietudes son diversas. Empecé el violín en cuanto tuve uso de razón, pero siempre lo vi como un placer y no como estudio o trabajo. Empecé muy pronto a tocar en orquestas. Fue importante. Acabó siendo muy importante para mí porque el repertorio orquestal lo conocí muy joven. Tenía obsesión de aprender. En ese sentido ayuda haber oído en años muy jóvenes todas las sinfonías de Beethoven. No empecé a dirigir hasta los 28 años.

-Y no ha parado.

-No he parado. Hago 130 conciertos al año, una burrada, mi agenda es una locura, la semana pasada ofrecí dos conciertos en México y otros dos en EE UU. Dirijo, de septiembre a junio, la Orquesta Sinfónica Nacional de México, que tiene 110 músicos, y la de Orquesta de Louisiana, de Nueva Orleans, que tiene 70 músicos. Son muy distintas. La de Nueva Orleans es muy fina, de trabajo fino, la Sinfónica Nacional puede hacer todo el repertorio, tienen mucho carácter y personalidad. Durante el verano dirijo dos o tres orquestas, una es la Sinfónica de Minería, en México, una gran orquesta. Y también la Orquestas Juvenil de las Américas que reúne a jóvenes de muchos países. Es un portento. Vamos, que tengo el calendario lleno.

-¿Cómo se orienta un director, qué controles, frenos o referencias tiene?

-La referencia es la partitura. Ahí están el control y el objetivo. Me considero muy respetuoso con la partitura y con lo que pide el compositor. Algunos compositores detallan mucho, como Mahler, que en cada compás marca una enorme cantidad de matices. En la época de Bach, sin embargo, se estilaba dejar hacer al músico. El ideal es que lo que a mí me gusta suene. Pero trabajas y trabajas y te das cuenta de que el objetivo está aún más arriba. La materia prima de los músicos es inagotable. Y genial. Digo genial porque es producto de la mente de las más grandes personalidades de la historia.

-¿Tendencias personales?

-No excluyo a nadie. Crecí en el repertorio clásico, Haydn, Mozart, Beethoven, y lo que vino después como Brahms. Por razones familiares me aficioné muchísimo a Shostakovich. Mi padre lo conoció personalmente. Hice todo lo que escribió, salvo una ópera. Tengo gran afición al repertorio del siglo XX, sobre todo el ruso, latinoamericano, español, francés y norteamericano. Dirijo mucha música española, no sé si me atrevería a hacerla aquí. Hago mucha música, decía, de EE UU, obras de Barber, Copland o Bernstein. Quizás en Europa están un poco olvidados. Se piensa más en Gershwin.

-¿Qué público prefiere?

-En México la situación es privilegiada en relación a EE UU. Los conciertos están subsidiados por el Estado. Las entradas son, pues, mucho más baratas. Los conciertos no se ven como eventos socialmente exclusivos. Tenemos un público más joven que en otros sitios. Los conciertos están casi todos llenos con gente de una efusividad y una respuesta tremendas. Acabo de hacer el concierto de violín de Chaikovski y el solista, después de tres bises, me decía que se sentía como una estrella de rock. Ocurre sobre todo en México y Brasil. De todos modos, aún hay conservadurismos.