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Una boda a prueba de bigamia

"Le perdoné por amor", dice Laura Candanedo, la segunda mujer de un hombre que hace 50 años fingió ante su familia su propia muerte para casarse con ella

La historia de los dos matrimonios de laura. Arriba, Laura Candanedo Nievares posa junto a una foto de su marido. Debajo, la invitación de la boda anulada por bigamia. A la derecha, la noticia publicada en 1965. Debajo, el matrimonio, en una foto de los setenta. e. v.

Laura Candanedo Nievares (Oliva, Valencia, 1938) ha vivido una de las historias de amor más polémicas de Asturias. Se casó dos veces con el mismo hombre, aunque el primer matrimonio fue nulo. Esta vecina de Oviedo guarda en su memoria y en su piso del Alto de Buenavista los secretos y fotografías que explican, paso a paso, cómo su nombre y el de su marido, José Manuel García Palacios, salieron en los periódicos de los sesenta día sí y día también junto a las palabras "bigamia" y "busca y captura". Su media naranja llevaba una doble vida porque tenía esposa y tres hijos pero se lo ocultó y fingió su propia muerte ante su familia legítima para llevarla al altar en el Cristo de las Cadenas y empezar con ella de cero. "Le perdoné porque le quería, por amor, y al final tuvimos dos críos, un niño y una niña, que ahora son mayores y viven fuera. La vida, que da muchas vueltas". Laura sigue viviendo en el mismo barrio rodeada de recuerdos de su esposo, fallecido hace un lustro, y guarda como oro en paño la invitación de la falsa boda (del 9 de octubre de 1965) y el libro de familia, según el cual contrajo matrimonio legal el 3 de abril de 1985. El caso, publicado y seguido hace más de cincuenta años por LA NUEVA ESPAÑA, fue bautizado como "el escándalo del bígaro", una deformación popular y socarrona de la palabra "bígamo".

Laura conoció a su futuro marido en los bailes de los bajos del teatro Campoamor. Tenía veintipocos y él treinta y tantos. "Fui con unas amigas y enseguida me sacó a bailar. Me pareció muy salado y con buena conversación". Quedaron en verse otro día de esa semana y al poco tiempo se hicieron novios. José Manuel venía a buscarla en moto desde Avilés, donde trabajaba en Ensidesa como maestro industrial. "Todo era de lo más normal. Mis padres, encantados, y mis amigas, convencidas. Total, que nos casamos", explica muy resuelta. A la pregunta de si nunca notó algo extraño en el comportamiento de su prometido o si no le parecía raro que sus suegros no acudieran al enlace, responde automáticamente que no, pero al rato reconoce que "José Manuel siempre tenía una explicación para todo". Por ejemplo, la razón que le dio para excusar la ausencia de sus familiares en la boda fue que "estaban fuera". Y punto.

Lo que nadie sabía es que en ese momento el maestro industrial tenía entre las manos dos planes que iban a cambiar su vida para siempre. Por un lado, la organización de la ceremonia nupcial en Oviedo, y por otro, su falsa muerte. Según recoge LA NUEVA ESPAÑA del 13 de octubre de 1965: "El sábado día nueve, cerca de la ría avilesina apareció una motocicleta de José García Palacios, de 34 años, padre de tres hijos de nueve, ocho y siete años de edad, y vecino de Llaranes. Había salido del trabajo a las seis de la madrugada y manifestó a sus compañeros que se proponía dar un paseo en moto por la playa de Salinas antes de ir a su domicilio. Al lado de la moto había un casco de motorista. El faro estaba roto y con abolladuras". Sin embargo, el periódico da más datos al asegurar que "mientras la Guardia Civil realizaba una intensa búsqueda por el canal de acceso al puerto de Avilés y la playa de San Juan para hallar el cadáver, el muerto, que es un 'vivo', cometía el delito de bigamia, pues estaba contrayendo matrimonio a 28 kilómetros".

José Manuel entregó en la iglesia y en el Registro Civil unos papeles que en realidad correspondían a su hermano. El engaño le permitió pasar sin sobresaltos la luna de miel con Laura "por la zona de Ribadesella" y después hacer las maletas rumbo a Bilbao para cambiar de empleo. Cuando la Policía Nacional y la Guardia Civil comenzaron a seguirle la pista, él cambiaba de domicilio casi como de camisa porque "encontraba trabajo en localidades con centrales nucleares", explica su segunda esposa. Así, la central de Lemoni, en Bilbao, o la de Trillo, en Guadalajara formaron parte de su plan de fuga. "Vivíamos en pensiones. De hecho, cuando picaron a la puerta para reclamarle, estábamos en una pensión de Bilbao". Laura esquiva la mirada al hablar de aquel momento: Una detención que apareció en las primeras planas y que estuvo envuelta en un halo de misterio, pistas falsas y rumores. No sólo la Policía fue a buscarle a la pensión cercana a la térmica, también lo hicieron el padre y el hermano de José Manuel.

"Fue un impacto tremendo. Figúrese. Lo pasé muy mal, pese a que estuve muy arropada por mi familia y amigas. Luego, poco a poco, le perdoné", concluye esta vecina de Oviedo, que entonces no tuvo más remedio que empezar una relación epistolar con José Manuel en prisión. "Sabíamos que nos abrían las cartas, por la censura y eso, pero nos daba un poco lo mismo. Luego salió y volvimos a estar juntos".

Laura nunca tuvo noticias de "la otra familia" de su marido, ni siquiera han sabido nada sus dos hijos, que tienen tres hermanos por parte de padre en algún lugar del mundo. Adolfo Suárez puso el broche a la relación en 1981 gracias a la aprobación de la Ley del Divorcio. Cuatro años más tarde, se convirtieron, por fin, en marido y mujer.

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