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Con nombre propio | Purita de la Riva | Pianista

Una niña prodigio desconocida

Empezó a estudiar Música con 6 años y a los 8 ya había acabado tres cursos de Solfeo y dos de Piano Con doce años terminó la carrera de Piano con premio extraordinario, estudiando por libre en Madrid

Una niña prodigio desconocida

A los seis años, una monja amiga de la familia quiso enseñarle música y dos años después, la pequeña ya había acabado tres años de solfeo y dos de piano. Da la medida de que el talento es innato y que muy pocas personas tienen esa capacidad y facilidad de aprendizaje. Y no, no es una estrella mundial de la música, es una señora de Oviedo que decidió consagrar toda esa sabiduría, natural y adquirida a través de los años, a la enseñanza, lo que no quita para que a los nueve años fuese ya concertista de piano.

Purificación de la Riva García nació en Oviedo el 2 de febrero de 1933 y fue una auténtica niña prodigio, que con 12 años abrió el ciclo de conciertos de la Sociedad Filarmónica Ovetense con la Rapsodia Asturiana número 2, de Anselmo González del Valle, ejecutada a la perfección. Un concierto que fue emitido por la radio.

Ese talento le venía quizás de genética, como el color de los ojos que dicen se hereda de abuelos y no de padres. El padre de su padre no sabía nada de música pero era capaz de tocar cualquier cosa de oído. Un abogado que una noche de zarzuela cumplió luego con el rito de ir al casino y se puso al piano a tocar fragmentos de la obra que acababan de disfrutar. En un momento dado llegó el compositor de la pieza y le preguntó que quién le había dado las partituras, "¿acaso las ve usted?", respondió. Jamás había estudiado música pero aquel hombre con coña ovetense toreaba a los asistentes a los bailes tocando música fúnebre y cuando le decían que aquello no se podía bailar se limitaba a cambiar el tempo.

Lo heredó Purita al igual que heredó de sus padres la fe religiosa y la costumbre de misa diaria y rosario en Las Salesas, al lado de casa. Una fe que sigue profesando y que hace pública formando parte en la organización de la jira, con oficio religioso incluido, que anualmente se celebra entorno al Sagrado Corazón del Naranco, el Cristo construido por suscripción popular en lo alto del monte ovetense.

Purita de la Riva lo pudo ser todo en el mundo de la música, podría haber sido una enorme estrella pero no quiso. Siempre se la ha comparado, por encima, con Alicia de Larrocha, ese portento del piano patrio, considerada una de las mejores intérpretes del siglo XX y galardonada en 1994 con el premio "Príncipe de Asturias" de las Artes. Las dos tenían la misma fuerza y sentimiento y las dos coincidieron en el tiempo y en el espacio. Cuando la catalana tenía 23 años, diez más que la ovetense, acudió a Oviedo invitada a comer a casa de Juan Uría. Hubo fabada y allí coincidieron las dos. Años después, en los camerinos del teatro Filarmónica, De Larrocha le confesaba a De la Riva una de las causas que le hacen estar convencida de que hizo bien en no recorrer el mundo. La catalana tenía un niño de dos años que picaba a la puerta de la sala donde su madre ensayaba. El pequeño quería la atención de su madre pero esta le decía que no podía, que tenía que estudiar. Lo contaba con los dedos maltrechos por 8 y 10 horas de ensayo diarias. La ovetense no vivió esas situaciones, una porque no tuvo hijos y otra porque sus jornadas de ensayo nunca fueron tan maratonianas, no lo necesitaba.

En realidad, esa convicción de no echarse al mundo fue del pater familia. La de Purita era una familia recta y se entendía que con 12 años, cuando se lo propusieron, cuando debería haber empezado aquella fulgurante carrera, no era edad para andar por ahí.

Pero eso no supuso que dejase el piano, ni muchísimo menos. A esa edad, a los 12 años, en 1945, un año clave, en el que tomó todas las decisiones que marcarían su vida profesional, acabó la carrera de piano en el Conservatorio Superior de Música de Madrid. Obtuvo el premio fin de carrera y el premio extraordinario, y eso que era alumna libre. Ya con diez años había protagonizado una de esas anécdotas de los niños prodigio. En el examen de sexto de piano, la profesora, Julia Parodi, le preguntó anonadada, ¿pero, tienes 10 años?" Sí, los tenía, y aprobó.

Es tan apreciada en Oviedo, el Oviedo que la conoce, que tiene calle con su nombre en Villafría. Le ha dado mucho a la ciudad, por ejemplo, su docencia. En 1960 obtuvo la cátedra de Piano Superior en el Conservatorio de Oviedo y allí estuvo dando clases durante 47 años. Fue el Conservatorio quien pidió al Ayuntamiento una calle para ella.

Purita es una persona tremendamente entregada a su familia. Cuidó a su madre enferma hasta los 87 años y también a su sobrina Covadonga hasta que se casó. Hace años que dice que no sale de casa y que toca sólo un poco para mantenerse en forma. Se dedica a reflexionar, rezar y a coser. No se arrepiente de la decisión tomada a medias con su padre. Podría haber sido mundialmente conocida, podría haber sido multimillonaria y recibir los parabienes de miles de personas pero esta mujer pequeñina y entregada al piano y a Dios optó por quedarse en su ciudad, con su familia y con los cientos de alumnos a los que impartió clase en el Conservatorio. Los ovetenses disfrutaron durante décadas del lujo de tener en la ciudad a una de las mejores pianistas del mundo. Que no triunfase con relumbrón no quiere decir que no fuese un portento, como pianista, y como persona.

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