"Hago comidas ligeras, aunque no hay ningún alimento que me siente mal. Duermo poco y he llevado una vida bastante activa a nivel físico y mental". Guadalupe Díez Puente revela así los secretos de su longevidad, los que la han llevado a pasar de los cien y estar a punto de soplar 103 velas. En concreto, celebrará su cumpleaños el 12 de diciembre rodeada de sus seres queridos.

A su entender y según su familia y vecinos, es "la mujer más longeva de Pumarín". En ese barrio vivió durante 26 años y regentó una tienda de ultramarinos. "Casa Guadalupe" se convirtió en un referente comercial de la ciudad en la década de los cincuenta y la de los sesenta al nutrir de productos básicos a buena parte de los residentes.

Guadalupe tiene lagunas en su memoria, pero no ha olvidado que su marido y ella pagaban el alquiler del local a "Pepe, el del bar" -que era el dueño del edificio- o que las legumbres, arroz, pan, pasta, cacao y jabón era "el género más demandado".

Sabe, porque se lo han dicho, que su periplo vital está expuesto hasta esta tarde en el Centro de Día de Pumarín, gracias a la Asociación "Prau Ferreros", que ha colgado imágenes de ella, de "Casa Guadalupe", de la clientela y del entorno de la tienda en la VIII Exposición de fotografías antiguas de Pumarín. Y también sabe, porque se lo cuentan, que el suyo es uno de los paneles más visitados de la muestra. Ante él se paran los niños que entonces le pedían chucherías a Guadalupe. También se quedan mirando los padres de aquellos chavales (ahora abuelos o bisabuelos), asombrados del paso del tiempo y de que la tendera esté a punto de cumplir 103 primaveras.

Pocos saben que la mujer que les endulzó la infancia o les ayudó a llenar la despensa en épocas difíciles es de León. Guadalupe nació en la pequeña localidad de Santa Olaja de Porma en 1912. Lejos de quedarse allí, se mudó primero a San Sebastián, luego a Pamplona y finalmente a Oviedo. Esos fueron los destinos de su marido, un Policía Nacional con el que tuvo a su hija María Llamazares. "La felicidad se me fue demasiado pronto", dice la centenaria de Pumarín bajando la vista. Es su hija -con la que desde hace unos años vive en Fitoria para estar acompañada- la que explica que el marido y padre falleció en un accidente de tráfico dejándola viuda a los 59 años.

La muerte de su esposo es lo único que le borra la sonrisa. Eso y un "molesto dolor de pies que me fastidia últimamente". Por lo demás se considera muy afortunada. Tiene ganas de celebrar los 103 en una fiesta íntima con tarta incluida, "por supuesto". Tratarán de acudir sus tres nietos y sus tres bisnietos. Su hija explica que es un gran acontecimiento familiar: "Le gusta mucho vernos unidos. Antes nos invitaba a comer por ahí, e incluso a tomar marisco, pero ahora somos nosotros los que le montamos la fiesta".