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La catedral, un patrimonio inagotable

Oviedo, a vista de magistral

El cabildo inicia las visitas a la torre de San Salvador, restringidas a 105 personas esta temporada y con una larga lista de espera

La catedral de San Salvador siempre ofrece alguna historia nueva. La torre gótica evoca los pasajes iniciales de "La Regenta", los desastres del 34, los relatos míticos en torno a la campana "Wamba" y las peripecias de los constructores. En cada ascenso, por más que se repita, cabe una nueva pregunta: cuál es su altura -65,5 metros-, cuántos peldaños tiene su escalera -204-, quién la ideó -Juan de Badajoz- o cuántos rayos han caído sobre ella -diez que hayan causado destrozos importantes a lo largo de los siglos y cuatrocientos desde que hace dos años se instaló un moderno sistema de detección-. Por todas estas cuestiones podrán interesarse los privilegiados que este año tengan la oportunidad de llegar a lo más alto de la Catedral en alguna de las siete visitas que comenzaron organizadas por el cabildo dentro de la programación cultural estrenada en 2014. Además, por supuesto, disfrutarán de las mejores vistas de Oviedo.

Lo de privilegiados es por lo excepcional de la experiencia en la que participarán no por su selección, que se hace por riguroso orden y dando prioridad a quienes esperan desde el año pasado. Las visitas son sólo para poseedores de la tarjeta de "Amigos de la Catedral", que tiene un coste de 8 euros al año y, por razones de seguridad, los grupos no pueden superar las quince personas. Eso hace que la lista de espera sea de decenas.

El primer grupo de esta temporada fue el de ayer a las cuatro de la tarde. Otro subió a las cinco. El 11 de diciembre habrá otras treinta personas y el día 18, el último y con tres visitas programadas, serán 45.

El aparejador Manuel Fernández, ligado a las obras de restauración de la basílica desde la década de los noventa, hace de guía. Además de detenerse en aspectos técnicos, como el desarrollo del plan director con sus 22 rehabilitaciones ejecutadas que lo convierten en el más avanzado de todas las catedrales españolas, puede hablar de asuntos mucho más curiosos. Él sabe, sin ir más lejos, cuánto costó el reloj de la torre -45.000 reales del siglo XIX- e incluso conoce cómo se reparten sus dominios los pájaros que la frecuentan: las gaviotas en lo más alto, después los cuervos, los búhos y más cerca del suelo, las palomas.

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