Cuando en los temas de conversación salen a relucir las castañas se asocian inevitablemente a la terrible crisis alimenticia de la posguerra, cuando su consumo ayudó a suplir las carencias de otros alimento básicos. Otra singularidad de las castañas qué muchos ovetenses recuerdan era que servían hasta para calentar las manos en aquellos crudos inviernos de los años 40 del pasado siglo.

Entre octubre y abril el paisaje urbano ovetense cuenta tradicionalmente con la instalación de puestos de venta de castañas, en algunos casos en puestos fijos o con la reproducción de una vieja maquinilla de vapor de transporte de carbón semejante a la que conocimos en la zona de Sovilla (Santa Cruz de Mieres) propiedad de la Hullera Española, idénticas a otras de Hulleras de Turón y Duro Felguera.

En el siglo XIX y ya bien entrado el XX las castañeras utilizaban carros que les permitían recorrer el centro de la ciudad pregonando el producto como los mieleros o afiladores que aún nos visitan.

En los años 60 uno de los puntos de venta estaba en una locomotora al lado de El Escorialín. En la primera época se usaba el brasero para calentar las castañas, la chimenea sería un invento posterior. El puesto lo regentaba Anita González descendiente de José González, según ella, el primer vendedor del que existen noticias en Oviedo. González fue también el primer repostero del Café Español en la Plaza Mayor. Es probable que fuera el primer varón que vendió castañas porque la profesión era eminentemente femenina. A finales del siglo XIX era frecuente ver a las castañeras en el Arco de Trascorrales y años más tarde en las esquinas más céntricas de la ciudad. Otro feudo habitual de venta de castañas era la calle El Peso.

En otros tiempos el mes de más venta era noviembre. En la actualidad es diciembre. Una información del diario Región, de febrero de 1932 señala que la venta diaria llegaba a reportar entre 60 y 70 pesetas a las castañeras .

En enero y febrero bajaba considerablemente hasta las 15, enlazando ya con la temporada de helados. Tres décadas más tarde, en el mismo diario, una vendedora reconocía que podía llegar a vender, en días puntuales, hasta 60 kilos.

Antes de la guerra civil se cobraba una peseta por 32 castañas. Sorprende la mínima diferencia en la cantidad de castañas que se servían por una peseta: 10 en la posguerra y 9 en 1960. Los costes eran de 24 pesetas el copín (8 kilos) en los años 60. Antes de la guerra se pagaban 2 pesetas por copín.

A pesar de la modestia del negocio los vendedores no estaban exentos de impuestos. En 1932 en Oviedo pagaban de contribución 2,50 pesetas. En Gijón hace unos años hubo polémica en relación al importe de los impuestos. Los vendedores protestaron por considerarlos abusivos.

La concesión actual de los puestos de venta de castañas y helados en Oviedo tiene una vigencia de 25 años que van de 1995 a 1920.

El precio actual del kilo en El Fontán oscila entre 3,5 y 4 euros. El coste de una bolsa con ocho castañas asadas asciende a un euro. Sin duda, los tiempos han cambiado.