Carlos Bousoño, el poeta asturiano, nacido en Boal y criado en Oviedo, "fue el mejor teórico de la poesía que ha tenido España, con un olfato sagaz", que le llevó a juzgar las primeras obras de Miguel Hernández, y a analizar como nadie la poesía del Nobel Vicente Aleixandre.

Lo explicó ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA el poeta, crítico y profesor sevillano, residente en Barcelona, Alejandro Duque Amusco, que pronunció la conferencia titulada "Carlos Bousoño, poeta innovador", y que fue presentado por Ruth Bousoño, viuda del poeta, fallecido en 2015, en el marco de una acto organizado por Tribuna Ciudadana.

Duque Amusco, máximo especialista en la obra de Bousoño y de Aleixandre, de quien ha preparado varias ediciones y estudios, reivindicó la edición reunida de las críticas escritas por Bousoño, idea secundada por la esposa del autor, quien reveló que en el archivo del poeta se guardan ensayos inéditos, entre ellos uno sobre el Camino de Santiago.

Javier Gámez, directivo de Tribuna Ciudadana, agradeció la presencia de Alejandro Duque y de Ruth Bousoño, exalumna del poeta en la Universidad, con la que se casó en 1976 y tuvo dos hijos, en el homenaje que Tribuna quiso tributar al autor, que cuando falleció era el académico más de la RAE más antiguo y dejó una fecunda obra asentada desde el principio en una magistral técnica de la versificación y el sistema estrófico.

Y es que Bousoño, como explicó Duque Amusco, empezó a escribir muy joven, influenciado por las lecturas de la biblioteca de su abuelo, plagada de autores como Zorrilla o Espronceda, lo que le valió ese dominio absoluto de la técnica, que le permitió, entre otras cosas, introducir en España el uso del verso eneasílabo, de procedencia francesa, que había sido utilizado por Rubén Darío. "La vida del hombre para Carlos era una narración, con palabras cargadas de armas agradables y palabras de signo opuesto", explicó Duque Amusco. la primavera y la muerte, una duplicidad que late en su abundante obra, en la que también subyace la concepción del hombre como un "ser de lenguaje, que al final de su existencia es el conjunto de las palabras que suman su biografía", indicó el teórico sevillano.

Otro gran mérito de Bousoño fue, a su juicio, la introducción del tema de la patria, en los cuarenta, con la Oda a España, incluida en el primer poemario "Subida al amor", de 1945, precursora de la poseía que más tarde haría, por ejemplo, Blas de Otero. Bousoño, de un modo totalmente original en aquel momento, describe a España como un trozo desgajado de un planeta y "aporta una visión cósmica y mística", señaló Amusco.

En aquel primer libro Bousoño descubría la vena reflexiva existencialista o de poesía desarraigada de los jóvenes poetas que asumieron dramáticamente tras la Guerra Civil española el conflicto entre una visión existencialista de la vida y una profunda fe religiosa. Siguió Primavera de la muerte en 1946. Ambos libros se reeditaron juntos en 1950 con el título "Hacia otra luz". Además, Bousoño anticipó en España la metapoesía, esa que habla de la propia poesía y que tiene en Juan Ramón Jiménez a uno de sus exponentes. Amusco estimó que Bousoño se adelantó ocho o nueve años a la generación de los "Novísimos".

El estilo fue evolucionando entre realismo y simbolismo y, aunque nunca abandonó su raíz existencial, su mirada se hizo más solidaria y su escritura se hizo menos sobria.

Bousoño enseñó Literatura española en varias universidades de Estados Unidos y fue emérito de la Complutense de Madrid. En 1990 mereció el Premio Nacional de Poesía por ''Metáfora del desafuero''.