En muchas ocasiones las cosas no nos salen como pensábamos o queríamos, esto provoca en nosotros una reacción de molestia, angustia y enfado que definen un sentimiento llamado frustración. Realmente el problema no reside en ese dolor que experimentamos, sino en nuestra actitud hacia el mismo. Llegamos a verlo como algo insoportable y totalmente destructivo que acabará con nosotros.

El problema de partida es que no consentimos el dolor en nuestras vidas, sin darnos cuenta de que sin el dolor, esa sirena que nos indica que algo va mal, nuestra supervivencia peligraría. Se han detectado cuarenta casos de analgesia congénita o insensibilidad congénita al dolor que es un padecimiento hereditario muy poco frecuente de carácter autosómico recesivo o dominante. Los portadores sufren complicaciones ortopédicas como fracturas, luxaciones, escoliosis y osteomielitis, mutilaciones y amputaciones. No llegando en la mayoría de casos a los 10 años. No sienten dolor y no se dan cuenta de ciertas conductas limitantes del organismo.

El dolor es necesario, pero también es cierto que el sufrimiento es optativo. Lo mismo nos ocurre con la frustración, es parte de la vida, no podemos evitarla, ni huir de ella, pero sí podemos aprender a manejarla y superarla. De bebés, cada vez que pedimos algo, se esfuerzan por darnos aquello que pedimos, y es lógico ya que nuestras demandas suelen corresponder a necesidades primarias. A medida que vamos creciendo, empezamos a vivir experiencias que nos generan frustración. Dejamos de querer solamente cosas básicas, para desear cosas no totalmente necesarias.

Nos cuesta mucho a los padres ir demorando estas gratificaciones, pero es totalmente necesario para poder desarrollar la tolerancia a la frustración. La clave está en que desde pequeños les vayamos acostumbrando a no tener inmediatamente lo que quieren, a saber esperar y a no ceder ante las rabietas cuando nos piden algún capricho.

Si a ese niño que va creciendo sus padres le siguen dando todo cuanto pide, cuando "necesita" al instante, cuando sea adulto, no habrá adquirido o desarrollado herramientas para controlar su malestar.

Experimentará gran malestar cuando le pongan límites, y querrá poner fin a esa desagradable sensación que no sabe manejar. Será un adulto que solamente piense en su bienestar en tiempo breve. No es muy descabellado entonces que ante cualquier adversidad u obstáculo que encuentre , se desmotive. Esta falta de tolerancia está ligada a las creencias de que todo debe ser fácil y nada debe generar malestar, ya que el dolor es algo horrible.

Formas de cambiar estas creencias. El mundo no gira en torno a lo que deseamos, y no siempre vamos a conseguir todo lo que queremos. Además, es bueno pensar que las recompensas a largo plazo suelen ser mayores que a corto plazo.

Aprender del sufrimiento. Es innegable que el malestar y el sufrimiento son desagradables, pero no insoportables, ya que podemos aprender de ellos y fortalecernos, logrando un mayor nivel de bienestar. Todo depende de la actitud y forma de pensar con la que queramos abordarlos.

Capacidad de recuperación emocional. En segundo lugar, es beneficioso no dejarse llevar por las emociones (frustración, tristeza, cólera, enfado o rabia). Esto nos permitirá reflexionar y analizar la situación, de modo que podamos buscar alternativas para conseguir nuestros objetivos, lo que nos ayudará a tener mayor capacidad de recuperación emocional y nos dará una mayor estabilidad.