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La vida delante de la pancarta

"Se gobierna para bien y para mal", relativizan en el tripartito tras el Pleno - con más protestas simultáneas en años

La vida delante de la pancarta

Hace unos meses, el gobierno dio la orden a la Policía Local de que no volviera a retirar nunca más las pancartas a los vecinos que acudían a los plenos.

Ese día, seguramente nadie imaginó lo que iba a suceder un día como el pasado martes: doce pancartas de seis colectivos que, cada uno con su tema, se plantaron en el Ayuntamiento a reclamar lo suyo. Tres de ellos (bomberos, usuarios y extrabajadores del Asturcón y algún que otro cofrade) estaban -y están- enfadados con el tripartito y así se lo hicieron saber a base de bocinazos, gritos y petardazos. Los otros tres -afectados por la hipoteca, padres y madres de la Gesta y educadoras infantiles- no; no estaban allí para echarle en cara nada al gobierno, porque saben que les apoya en sus reivindicaciones, sino para explicar su situación. Porque conste que esto también es novedad: los vecinos tienen voz en los plenos. Al menos, dicen en el tripartito, los que la piden con antelación.

Ninguno de los más veteranos en el Ayuntamiento recuerda una jornada con tantos frentes como la del martes. Media hora antes había cola para entrar. El salón se convirtió en una ensalada de causas por resolver con el tripartito en el centro de la diana pues, al final, es el encargado de resolver los problemas de todos.

"Se gobierna para bien y para mal", tratan de relativizar en el tripartito, preocupados por la imagen que tienen y, preocupados aún más, con las tiranteces internas. Son conscientes de que las protestas no son novedad. Los bomberos ya trajeron por la calle de la amargura al exalcalde Gabino de Lorenzo (PP) con concentraciones permanentes en la plaza del Ayuntamiento. Los vecinos de Villamar incomodaron también al exalcalde Agustín Iglesias Caunedo (PP).

Ahora, a la izquierda le ha tocado algo que le cuesta llevar: estar delante de la pancarta. El gobierno rumia como puede los escraches que se suceden: la auxiliar de Recaudación, el plan de empleo, los parados de Ventanielles, El Asturcón... Y rumia también marrones como el del pasado Pleno. Abrir el Ayuntamiento a la gente es lo que tiene: que irán a visitarte, sobre todo, los que están a disgusto. Y a veces, todos a la vez.

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