Más de una docena de cerdos vietnamitas sigue campando a sus anchas entre los restos del poblado chabolista de La Malata ajena a que su infructuosa captura trajo ayer de cabeza al gobierno local. El Ayuntamiento no sabía cómo coger a los gorrinos ni qué hacer con ellos apenas veinticuatro horas después de que una pala excavadora triturase las infraviviendas levantadas en el terreno municipal cercano a la antigua carretera a Lugones, en el límite con Siero y bajo a las vías del tren. Los moradores acataron la orden de desalojo pero dejaron allí a sus animales, entre ellos un montón de puercos. Ahora, tras muchas dudas, la Policía Local será la encargada de apresarlos para distribuirlos después entre "familias adoptivas".

Tras el derribo de las chabolas, el concejal de Seguridad Ciudadana, Ricardo Fernández, y la edil de Servicios Sociales, Marisa Ponga -ambos del PSOE- anunciaron en una rueda de prensa en la plaza del Ayuntamiento que la actuación había sido un éxito. El último asentamiento chabolista de Oviedo había pasado a la historia. Algunos moradores habían aceptado ir a viviendas de protección oficial y el resto se había marchado pacíficamente sin que fuese necesaria la intervención de la Policía Nacional. Sobre la presencia de los cerdos vietnamitas en La Malata se limitaron a decir que los trabajadores del albergue municipal de animales, en La Bolgachina, se iban a encargar de capturarlos para luego llevarlos a sus instalaciones. Pero no fue tan sencillo y la "operación cerdo" trajo cola al día siguiente.

Y es que los empleados del albergue de La Bolgachina, popularmente conocido como la perrera, no capturaron ninguno. Tres trabajadores del centro fueron a La Malata el mismo día del derribo de las chabolas para intentar coger el mayor número posible de animales, entre ellos, tres o cuatro perros y un buen número de gallos, gallinas y pollitos. Fueron antes de que llegase la pala excavadora, estuvieron cerca de tres horas y volvieron con dos animales que nada tenían que ver con un cerdo: un perro de aguas y un gallo. Por orden municipal, los empleados del albergue regresaron ayer a La Malata y se repitió casi la misma escena. Esta vez volvieron a la instalación municipal de La Bolgachina con las manos y la furgoneta vacías.

Andrés Cueto, uno de los siete empleados del albergue de animales, explicó ayer que "es muy difícil capturar a los cerdos vietnamitas o echarles el lazo porque no tienen cuello y se escabullen enseguida entre los matorrales en cuanto te acercas a ellos". A él le tocó ir el día del derribo de las casetas y contó diez ejemplares, "uno de ellos es una hembra con tres crías, pero tiene pinta de haber bastantes más".

El fracaso del segundo intento de la "operación cerdo" corrió como la pólvora por el Ayuntamiento. Llegó a oídos de los responsables de las áreas implicadas en el desalojo y derribo de La Malata: Seguridad Ciudadana, Servicios Sociales y Salud Pública (antes llamado Sanidad) lideradas respectivamente por Ricardo Fernández (PSOE), Marisa Ponga (PSOE) y Mercedes González (Somos). Sin embargo, la última edil nunca intervino en el diseño y desarrollo de las actuaciones en el poblado chabolista pese a que el futuro de los animales allí abandonados depende de su concejalía. Es decir, las tres áreas tardaron en coordinarse.

Ante la avalancha de llamadas cruzadas entre unos y otros concejales y con los cerdos vietnamitas trotando alegremente por La Malata, a escasos metros de las viviendas de La Corredoria, tomó la palabra la Alcaldesa en funciones, Ana Rivas (PSOE), que sustituye a Wenceslao López durante sus vacaciones: "La Policía Local se encargará de los cerdos, les buscará acogida y los distribuirá entre padres adoptivos". Ahora, toca atrapar a los puercos.