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RAFAEL SANTANDREU | Psicólogo, superventas con sus manuales de autoayuda, esta semana presentó en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA su nuevo libro, "Ser feliz en Alaska"

"A los profesores tendrían que darles el premio Nobel a la inutilidad humana"

"Creer que necesitamos ir a una segunda persona para que te amueble la cabeza... no, de eso ya tuvimos bastante con la Iglesia católica"

El psicólogo Rafael Santandreu, en la presentación de su nuevo libro, esta semana, en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA. IRMA COLLÍN

Rafael Santandreu (Barcelona, 1969) es psicólogo y enseña a hacer que la mente trabaje a nuestro favor, no en contra. Opina que el mundo va a peor, que está abocado a la destrucción y a pesar de ello afirma que no es pesimista. Él es feliz, asegura. De cómo conseguir esa serenidad y ese dominio de la mente habló esta semana en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, donde presentó su último libro, "Ser feliz en Alaska", una guía práctica de psicología cognitiva.

-¿Tan difícil es ser feliz en Alaska?

-Bueno... Creo que en invierno hace treinta grados bajo cero. Pero podía haber titulado el libro de otra manera: ser feliz en la cárcel, por ejemplo. Di una charla en la cárcel modelo de Barcelona, entre los reclusos, y me encontré a uno de treinta años, Andrea, que cumplía condena de tres por tráfico de drogas. Me dijo: "Rafael, yo he aprendido a ser feliz aquí, en la cárcel, mi familia no se lo cree y me quiere llevar al psiquiatra y no, es que me he dado cuenta de que necesito muy poco para ser feliz". Andrea ha aprendido la norma número uno de la psicología cognitiva.

-Que es...

-Lo poco que necesitamos para ser felices, de hecho solo el agua y la comida del día, aunque sea de prestado.

-¿Pero la felicidad no es una idea burguesa y que fomenta la sociedad de consumo?

-Es un bien que nos ha arrebatado una filosofía de vida equivocada, propiciada por el consumismo con su filosofía hiperexigente. Por primera vez en la historia, echamos de menos la felicidad.

-Si la felicidad es el estado natural, la pregunta debe ser qué es la infelicidad.

-La infelicidad es tener la mente del mono loco.

-¿Y eso?

-Los budistas dicen que a veces la mente es como un mono loco que va de rama en rama, siempre buscando la mejor, la que da mejor fruto, la que tiene mejores vistas... y nunca está satisfecho. Eso es la infelicidad.

-¿Una personalidad continuamente insatisfecha?

-En continua búsqueda de más. Nuestra sociedad se rige por el principio de que cuanto más mejor. Una pastilla de chocolate te da un punto de placer, ¿diez mil te darán diez mil? No, eso no es cierto, al contrario.

-Ya, pero usted dirá cómo escapamos de toda la maquinaria consumista.

-Basta liberamos de la enfermedad que yo llamo necesititis, y no solo de cosas materiales, inmateriales también: ser extrovertido, tener una vida emocionante, que me respeten, tener hijos, tener alguien que me ame al lado... Esas cinco necesidades inmateriales son una locura, un hombre sano no las tiene. Una mujer que está triste porque no puede tener hijos está mal de la cabeza.

-La renuncia total, el vacío...

-No. Hacerlo te deja totalmente pleno. No te convierte en alguien inactivo o inapetente sino en un niño que desea explorar, pero que no tienen ninguna necesidad de hacerlo. El dueño de tu mente eres tú. Eres tú el encargado de amueblarla muy bien.

-Usted ha dicho que los psicólogos no son necesarios.

-El mayor papel del psicólogo es obligarte con la cita semanal a que tú hagas tu desarrollo personal. Creer que necesitas ir a una segunda persona, ya sea sacerdote, psicólogo... No. De eso hemos tenido suficiente con la iglesia católica.

-¿Es exagerado decir que esta sociedad está enferma?

-Está muy enferma y va a peor. Tres de cada diez personas tienen problemas emocionales -o mentales, es lo mismo- de depresión o ansiedad. En el año 2050 será el 50 por ciento.

-Es usted un pesimista.

-Soy realista, y a mí no me preocupa que la sociedad colapse. Todo lo que empieza tiene que acabar y no me parece mal.

-En sus sesiones de terapia, con este discurso, dejará a más de uno traspuesto.

-Cuando les convenzo pasan a dormir unas siestas fenomenales. Como yo. Si yo me entero hoy de que el mundo acaba mañana dormiría igual de bien.

-La sociedad comienza a formarse en las escuelas, ¿qué opina del sistema educativo?

-La enseñanza es el fracaso más importante de la historia de la humanidad. Yo estudiaba seis horas diarias, más deberes, en la época más fértil de mi capacidad de aprendizaje, y solo aprendí a leer y escribir, y las reglas de matemáticas básicas. Una mente que se proponga desperdiciar tal cantidad de recursos a propósito no lo hará tan bien. A los profesores tendrían que darles el premio Nobel a la inutilidad humana.

-Lo hacen de buena fe.

-Sí, pero los resultados no pueden ser peores. El aprendizaje tiene una condición: ha de ser voluntario. Solo aprendemos lo que deseamos, no debe haber obligación ni exámenes. Las puertas deben estar abiertas, el profesor debe ingeniárselas para que los alumnos prefieran estar en su clase y no en el patio.

-Les daría unas sesiones de terapia a nuestros gobernantes.

-A los gobernantes y a los gobernados. ¿Por qué tienes que ser de un partido político cuando lo normal es ser de todos? Yo tengo el carné de todos los partidos. Soy admirador de todos.

-¿Y a quién vota?

-Si pudiera los votaría a todos. Es absurdo pensar que una sola de las visiones tiene toda la verdad. Los partidos no deberían verse como enemigos sino como colaboradores.

-Pero son incapaces de llegar a acuerdos.

-Están en mejor disposición que cualquier ciudadano para hacerlo, porque son los mejor preparados, la élite de nuestras inteligencias. Cualquier otro lo haría muchísimo peor.

-Entonces, ¿el mundo es mejor ahora?

-Es mucho peor. Un especialista en ecología no tendrá ninguna duda, y un psicólogo lo mismo: el mundo se ha ido degradando y la felicidad humana se ha polucionado. Y no hay salvación, ni el planeta ni la sociedad se van a salvar.

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