"Unamuno llegó a elevar el Quijote a Biblia de la Hispanidad", y ello en el contexto posterior "al desastre español del 98", y en un "retorno a la pasión, a la interpretación alemana" de la obra cervantina. En suma, el autor vasco "había descrito antes la esencia de España -'Entorno al casticismo' (1895)-, y con 'Vida de don Quijote y Sancho' (1905), expuso las dos tendencias que España necesitaba para salir de su marasmo: un sentido de las realidades (Sancho Panza), y una aspiración a la ciencia absoluta (don Quijote)".

Así, Jean Canavaggio, el más importante cervantista del presente, definió la etapa unamuniana que en el cruce del siglo XIX al XX reinterpretó la obra de Cervantes. Fue una de las fases que llevó a "Don Quijote, del libro al mito". Este era el título de la conferencia que el hispanista y cervantista ofreció ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, en un acto organizado en colaboración con Tribuna Ciudadana. Enrique Álvarez-Uría, directivo de esta entidad, presentó el acto como el que cerraba el ciclo "400 años con Cervantes". A continuación, Emilio Martínez Mata, catedrático de Literatura de la Universidad de Oviedo, introdujo al conferenciante como "el cervantista de mayor prestigio y reconocimiento en la actualidad", así como "autor de la biografía más ponderada de Cervantes", frente "a datos cervantinos que plantean dificultades, en una vida esquiva, lo que se denomina 'el misterio de Cervantes'".

Canavaggio, "catedrático de la Universidad de París-Nanterre y ex rector de la Casa de Velázquez, la más importante institución francesa en España", ha sido "un pionero que abrió vías que hemos recorrido los demás y delimitó la diferencia entre el mito del Quijote y la novela de Cervantes", describió Martínez Mata.

El conferenciante se refirió al comienzo de su disertación "al nacimiento y expansión del mito de Don Quijote, que desde el siglo XVII ha tenido una publicación casi constante y con éxito se extendió a Europa y a todo el mundo". Tal es la difusión que "el nombre del personaje es universalmente conocido" y una escena como la lucha contra los molinos de viento perfila incluso los rasgos físicos y psicológicos del personaje. "Ninguna de las figuras literarias como Hamlet, Fausto o Don Juan" se puede comparar "al caballero de la triste figura".

En ese sentido, "el principio quijotesco consiste en que cuanto más se enfrenta al mundo más se esconde ese mundo", en una mixtura de "lo cómico y lo trágico". Así se ha convertido "en una figura mítica, en un ejemplo invariante" al que los "románticos alemanes" aplicaron una "metamorfosis del personaje", de modo que "el caballero deja de ser considerado algo burlesco y cómico para convertirse en trascendente".

Existió un "hervidero intelectual alemán" enmarcado en la misma "identidad alemana a favor de la revolución y contra ella, después". En ese marco, los intelectuales alemanes "redescubren mitos nacionales y privilegian lo irracional".

Así pues, "la relación del yo con el mundo adquiere un valor emblemático con Don Quijote". Por ejemplo, Johann Gottfried von Herder "ve a Sancho como la encarnación de un pueblo (con sus refranes), al que Don Quijote le turba y entristece por sus situaciones".

August Wilhelm von Schlegel, uno de los principales autores de la "exégesis romántica, se entusiasma con Cervantes, al que sitúa en un puesto entre los maestros de la estética nueva, al lado de Goethe o Shakespeare".

August Wilhelm "influye en su hermano mayor, Friedrich von Schlegel, que pertenece al Círculo de Jena y ve en la obra de Cervantes la totalidad de la vida, entre la gravedad y la bufonada"

Friedrich Wilhelm Joseph Schelling verá a continuación en el Quijote "un cuadro vivo de España y de la vida misma, y con valor universal por la lucha entre lo real y lo ideal". En esas circunstancias, "el ideal triunfa a pesar de las imperfecciones y de la locura de Don Quijote, un ser noble de espíritu superior al que nada logra vencer". Más tarde "esa visión romántica será cuestionada por el hispanismo anglosajón, al ver en la obra la odisea del caballero según los gustos de un público posterior a los valores del Barroco".

Otra etapa de la reinterpretación del Quijote se la "esotérica, que verá un sentido oculto y críptico en la obra", pudiendo ser el Caballero de la Triste Figura un trasunto "de Carlos V, del Duque de Lerma o de San Ignacio de Loyola". Nicolás Díaz de Benjumea será el principal exponente de dicha visión.