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Juan Bascarán Fernández | Oftalmólogo

"Mis padres me educaron en la austeridad, el trabajo y el respeto al otro"

"En el colegio Auseva mis deportes favoritos fueron fútbol y balonmano"

Juan Bascarán Fernández. miki lópez

El oftalmólogo Juan Bascarán Fernández es el séptimo hijo de Antonio Bascarán Asúnsolo, también oftalmólogo. Su padre le transmitió el amor al trabajo y a la oftalmología. Nació en Buenavista, pero vivió su infancia en la calle Fruela.

Entre Fruela y Buenavista. "Vivíamos durante el curso en la calle Fruela, 4, frente a calzados La Imperial, donde mi padre tenía su consulta. Los veranos los pasábamos en la casa de Buenavista. Era una auténtica mudanza y ahí estábamos desde que acababa el curso hasta octubre, cuando de nuevo había traslado. Nuestra casa era la de una familia convencional de la época. Nuestros padres nos dieron una educación basada en la austeridad, el trabajo y el respeto a los demás. Creo que la educación y los principios recibidos hicieron que nuestras vocaciones fuesen encaminadas al servicio a los demás. De los siete hermanos, cuatro somos médicos, tres nos dedicamos a la oftalmología. El mayor, después de oftalmólogo se hizo sacerdote. Otros hermanos se dedicaron a las misiones: Carlos es misionero comboniano en Brasil, donde lleva más de 40 años, y mi hermana Carmina también estuvo como misionera seglar y desarrolló una importante labor social".

La música, siempre presente. "Como en toda familia numerosa, la educación de los pequeños, en parte, estaba basada en los mayores. Ellos, con su ejemplo, nos marcaban el camino a seguir. Mis padres, grandes aficionados a la música, promovieron que todos nosotros tocásemos algún instrumento. Unos, el violín; otros, la guitarra; otros, el piano. En mi casa no se concebía una reunión sin música".

Alumno del Auseva. "Estudié el bachillerato en el Colegio Auseva, en la calle Santa Susana, de los hermanos maristas. Allí nos enseñaron el valor de la amistad, la honestidad y la necesidad del esfuerzo personal para llegar alcanzar tus metas. De mi etapa colegial tengo grandes amigos e inmejorables recuerdos. Mis deportes favoritos eran el fútbol y el balonmano".

Bailes y Medicina. "Era la época de los guateques. Tenía una pandilla numerosa de chicos y chicas, y los sábados nos reuníamos en alguna casa a escuchar música y bailar. Esperábamos a que sonase en el pickup 'Hey Jude' de los Beatles, una canción larga, para sacar a bailar a la chica que te gustaba. Al acabar el bachillerato me decidí por Medicina en la facultad de Oviedo, inaugurada hacía poco. En cuarto curso me trasladé a Santiago, donde fui alumno interno de oftalmología con el profesor Sánchez Salorio los tres últimos años de la carrera".

La hora de elegir. "Cuando terminé Medicina, compaginé las Milicias Universitarias con la preparación del examen MIR. Escogí plaza para hacer la especialidad en el Hospital Universitario de Valladolid. Tuve como catedráticos a Nicolás Belmonte, Maximiliano Fernández y José Carlos Pastor. Esta variedad de puntos de vista me dio una visión amplia de la especialidad que considero uno de los puntos fuertes en mi formación. Allí conocí a la que hoy es mi mujer, Belén Oteyza Fornieles, también oftalmólogo".

Boda y familia. "Fue un noviazgo corto. Nos casamos en Navarra y tenemos tres hijos. Nuestra hija mayor, Lucía, también es oftalmólogo: ejerce en el hospital de San Sebastián con el doctor Mendicute, una referencia internacional de la oftalmología española. Es una gran profesional. Los otros dos hijos, Antonio y Cecilia, han tomado el camino de la informática y el diseño gráfico, respectivamente".

El retorno. "Al llegar a Oviedo a trabajar me involucré en el proyecto de clínica de mi hermano Antonio. Era 1982, mi padre aún ejercía, y los dos me enseñaron un sinfín de cosas. Fuimos pioneros en España en hacer la cirugía de la catarata de forma ambulatoria. También en la cirugía refractiva y la implantación de lentes intraoculares. En fin, fueron años de mucho esfuerzo, pero mereció la pena".

Nueva sede. "Aquella clínica de Uría 40 parecía que podía ser definitiva, pero las nuevas tecnologías requerían nuevos aparatos y el espacio se nos quedó pequeño. Por otra parte, los tiempos cambian y había que dar un salto cuantitativo y cualitativo en nuestro trabajo. Con la ayuda de mi mujer, decidimos hacer una nueva clínica. Quiero mencionar a las personas con las que compartimos nuestro día a día. Sin ellos, hubiese sido imposible conseguirlo. Es un equipo de gente que 'siente los colores' y que son parte de nuestra familia".

Oviedo, cómoda y agradable. "Oviedo enamora. Es algo único ir por mañanas al mercado del Fontán con su bullicio y vitalidad; perderse en un paseo al atardecer por el Antiguo, la plaza de la Catedral, la corrada del Obispo, la calle San Vicente y el monasterio de San Pelayo. La limpieza, el cuidado de los jardines, la tranquilidad y la seguridad hacen de Oviedo una ciudad muy cómoda y agradable para vivir. No es fácil encontrar en una ciudad así un programa musical tan amplio y de tanta categoría. Podemos disfrutar de ópera, danza y música sinfónica con los mejores músicos a diez minutos de casa, todo un lujo."

Mejorar las comunicaciones. "Lo que más echo de menos en Asturias es la falta de comunicaciones adecuadas, imprescindibles para el desarrollo de la región y la atracción de empresas. A veces da la sensación de estar lejos de todo".

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