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Un paseo por las parroquias ovetenses / Olloniego (y 4)

Perdidos entre palabras

Barrio de La Fócara, en Olloniego. lne

A los pies del castillo de Tudela está el barrio de La Fócara, "de arriba" y "de abajo". Bien indica este nombre que se alza en una zona soleada y florida. Por debajo está La Peral y hacia el este Les Escobadielles, asimismo "de arriba" y "de abajo"; Monegro y Casa Navalín. Y siempre por aquellos recuestos -entre praderías en las que pasta ganado vacuno, caballar y ovino; terreno salpicado de notables caseríos y viviendas unifamiliares- descendemos a Quintanal y nos acercamos a ver la fuente de Piñerés, anunciada como lugar de interés y cerrada tras una alambrada que impide llegar a ella.

Una mujer me indica el camino a la Capiella en donde se alza la ermita del Espíritu Santo y se contempla una fabulosa panorámica de bosque y sierra del Fayéu. A la sombra de un naranjo y un limonero y, para más exotismo, varias palmeras a sus pies, se halla esta pequeña capilla de nave rectangular y espadaña de un solo vano, presidida por una hermosa imagen de Cristo en la Cruz y la Virgen con el Niño en el lateral de la epístola. Sobre el altar una pequeña representación con la Paloma del Espíritu Santo y una diminuta imagen de la Virgen de Covadonga.

Dos gargantas antagónicas engullen y escupen vehículos como si de una pesada digestión se tratase. Son las bocas de los túneles del Padrún que dejamos a la derecha cuando, desde el final de Olloniego, emprendemos camino a San Frechoso, en plena Vía de la Plata.

En Malpica se alza, aunque marchito, un buen ejemplo arquitectónico de dos plantas, abuhardillado. El caserío de Servanda se encuentra a la vera de las ruinas del abandonado pozo Vicentina, con cercas, chimenea, basuras y demás porquería que debían retirar.

También asoma la estructura del inservible puente de una carretera hacia el Padrún que jamás se construyó. Allí mismo retornaremos, son unos pocos metros, al cruce que hemos dejado atrás. Atravesamos un túnel y nos desviamos a San Frechoso.

La ruta sería preciosa si cada dos por tres no nos topáramos con infraestructuras -relacionadas con el pozo Olloniego- abandonadas, basureros (quiero creer que piratas), el castillete de la mina comido por los árboles, chamizos.

Pasamos por delante de la "casa la Faba", "casa Cantruñu , "Herminia" y el Ranchito Nº 5". Quedas absorto ante la vitalidad del bosque que desde las alturas del Gúa, Piedras y Picachu desciende por las laderas hasta lo más profundo del valle. Quizás, salvo en época estival, San Frechoso esté deshabitado; aunque suenan las esquilas, señal de que para controlar el ganado algún vecino se acerca por aquí a diario. De nuevo "Casa Cantruñu", cuidada vivienda de piedra con un hermoso corredor y muchas flores. Un poco más arriba otro precioso edificio de piedra vista.

Desde el canto nos asomamos a tierras del Padrún: Casares en primer término; y la sierra del Aramo, y el penacho de humo en Soto de Ribera. Unos metros más y llegamos a la ermita del "santo llorón". Así conocen por estos lares a San Lorenzo y así le nombran porque el 10 de agosto, día de la fiesta, casi siempre llueve. Recoleto templo de recios muros, espadaña de un vano, pequeño pórtico, presidido por un cuadro del santo en el que al fondo resalta la capilla. Todo en un aseado conjunto.

Queda por conocer otra interesante zona. Como aperitivo, en el barrio de la Estación, observamos la barroca Fuente de los Llocos, obra de Francisco Pruneda: en nefasto estado de conservación y, para más inri, no mana agua de ella.

A pesar de todo hay que conocerla. En la Solafragua nos aguardan las míticas vueltas y revueltas del Padrún que debemos patear con sosiego contemplando la deliciosa vista que se abre de La Mortera y sus alrededores. . En El Alcantarillón nos ladran unos perros, pasamos por la orilla de lo que fue una noble casa de aldea, medio en ruinas, sobrepasamos el desvío a San Frechoso, llegamos a La Cabaña y, a nuestro encuentro viene la aldea de Casares. Más arriba El Ventanín con sus pequeñas casas; unos metros más y, antes de penetrar en el concejo de Mieres, la señal nos indica: Valmurián, Llandellena, Soto de Ribera, y Sardín.

La perspectiva se ensancha hacia el sur. Se dejan ver los terrenos rehabilitados de las antiguas minas, la columna de humo que nace en la térmica de La Pereda y la sierra del Aramo. Entramos en terrenos de antiguas canteras que, como casi siempre y antes de echar el cierre, olvidan rehabilitar, limpiar y restituir lo que han arrasado. Aquí, a medio hundirse, quedó a la vista la mole en donde trituraban la piedra, al lado cientos de contaminantes cubiertas de camiones y coches. ¡Qué vergüenza de Administración, incapaz de obligar a que la ley se cumpla.

En Llandellena nos recibe un precioso perro de caza. Al escuchar sus ladridos aparece un vecino que nos atiende amablemente; nos indica quién tiene la llave de la capilla del Ángel de la Guarda y en qué lugar se encuentra la fuente de La Reguera Baja, hacia ellas nos dirigimos.

Ermita de nave rectangular con sacristía adosada, arco de medio punto con notables dovelas apoyado en capiteles moldurados, espadaña de un solo vano, muros de sillarejo con sillares en las esquinas; techumbre de madera a dos aguas en precario estado. En el interior destaca el arco triunfal y el surtido de imágenes que se juntan alrededor de la del Ángel de la Guarda. Pese al empeño de los vecinos en conservarla, bien merecía algo más de atención por parte de la Administración.

Regresamos al Padrún. Justo en el límite con el municipio de Mieres nace un camino que se dirige a Casares. Nos encontramos inmersos en pleno camino de peregrinación a San Salvador y Santiago. Si bien don Juan Uría Ríu afirma que "El descenso del Padrún hacia Olloniego no se hacía en la Edad Media por donde hoy, sino más a la derecha, siguiendo la ladera norte del riachuelo de San Frechoso, en la que se han encontrado centenares de metros de una antigua calzada".

Casares es una pequeña aldea que mira directamente al corazón de La Mortera. Con armoniosos edificios, algunos de estilo tradicional y, entre ellos, vetustos hórreos, un fontán con abrevadero y a su lado un lavadero cubierto. Aunque allí mismo he preguntado a varias personas, ninguna fue capaz de darme el nombre que recibe. El camino de descenso, a la sombra de venerables castaños nos lleva hasta el cruce con la calzada que se dirige a San Frechoso. Desde él hasta la capital del concejo pocos pasos restan.

A la vista de tantos alicientes, confío en haber despertado su interés por conocer estas tierras que, a poco que se cuiden y promocionen, guardan suficiente interés turístico para proyectar su futuro. De ellas decía Madoz en 1845: "El terreno participa de monte y llano; en la parte alta del primero se crían álamos, robles y castaños, y en lo más bajo muchos y exquisitos pastos; el llano es muy ameno y delicioso, no solamente por la abundancia de aguas sino por la gran cantidad de árboles frutales.

Atraviesa por esta feligresía la carretera que desde Oviedo conduce a León. Produce escanda, trigo, maíz, castañas, habas, patatas, lino, hortalizas, peras, manzanas, higos, algunos limones y naranjas, y otras frutas; se cría ganado vacuno, caballar, mular, de cerda, lanar y cabrío; hay caza y pesca de varias especies. Industria: la agrícola, molinos harineros, y tejidos de lienzos ordinarios. Población: 483 vecinos, 600 almas.

Cuando estoy finalizando este trabajo se presenta "El Plan Especial de Protección y Conservación del Conjunto Monumental de Olloniego" y, por lo que leo, volvemos a las palabras grandilocuentes y los planes que jamás se hacen realidad.

Área recreativa, huerto ecológico, figurado cauce del río hecho con cantos rodados, instalaciones deportivas, traslado de la piscina, usos culturales, hoteleros; algo me pareció escuchar sobre un auditorio al aire libre?, "todo ello aderezado con una recuperación de la red viaria, del espacio y la creación de una fachada natural que sirva de herramienta de atracción turística en el camino y acceso a Olloniego". Por favor, que un alma caritativa me explique el significado de estas últimas frases entrecomilladas.

Lo siento, ojalá me equivoque sería feliz. Pero seguiremos como siempre porque todo terminará en agua de borrajas. Vayan por partes. Primero hagan realidad la rehabilitación de la antigua iglesia de San Pelayo y el conjunto palaciego, puente incluido. Cuando esto se haya concluido hablen del resto. Mientras tanto permitan que continúe siendo un convencido escéptico.

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